EDITORIALA

Riesgos y oportunidades ante la mesa reactivada

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, y el del Gobierno español, Pedro Sánchez, se reunieron ayer en Barcelona para reactivar la que para unos es mesa de negociación y para otros mesa de diálogo. La terminología no es sino el inicio de hondos desacuerdos, pero quizá haya que poner en valor que hacía 19 meses que esta reunión no se celebraba y que, aunque todo quede de momento en el terreno de la escenificación, lo cierto es que ayer el presidente del Gobierno español se sentó en una mesa que tenía por objeto abordar el conflicto entre Catalunya y España. Hablar de negociación resulta prematuro, pero romper el hielo ya es algo. Restarle de inicio cualquier valor difícilmente refuerza la posición catalana.

La imagen de ayer, sin embargo, quedará relegada a la nada si no se le da continuidad y profundidad. Esto pasa por la actitud de Sánchez, a quien queda menos de un año para empezar a pensar casi exclusivamente en las próximas elecciones –momento en el que todo se complica–, pero pasa sobre todo por lo que sea capaz de hacer y presionar la parte catalana. Siendo honestos, con las divisiones en el seno del independentismo supurando, la posición negociadora de la Generalitat resulta bastante débil; es difícil encontrar motivos por los que Sánchez se vea, ahora mismo, obligado a moverse, más allá de realizar gestos puntuales que le permitan retener los votos de ERC en Madrid y aparentar un diálogo que sin duda será bien recibido más allá de las fronteras estatales.

Si de algo sirvió la reunión de ayer, fue para constatar que la distancia que separa a Barcelona de Madrid sigue siendo mucho más grande que la que separa a las diferentes fuerzas en el seno del independentismo; al menos resulta evidente si se levanta la mirada más allá de disputas tacticistas y cortoplacistas. La mesa de negociación reabierta puede ser una oportunidad para el independentismo, solo si acierta a incorporar acciones que refuercen su posición negociadora, algo para lo que se antoja imprescindible recuperar una mínima estrategia unitaria.