A lo largo de este fin de semana ‚y durante los últimos meses‚ hemos recopilado en estas páginas artículos que alertan de la creciente inquietud en torno a las consecuencias que la pandemia del covid-19 está dejando en la salud mental. Transcurrido aquel primer estricto confinamiento y con las posteriores medidas de restricción establecidas para contener el avance del virus, las secuelas que todo ello va dejando en el bienestar emocional de las personas han comenzado a aflorar, a la vez que evidencian las carencias que ya antes existían en la atención a esa parte de nuestra salud no menos importante.

Profesionales del sector de la salud mental en Nafarroa afirmaban en un reportaje publicado ayer que los casos de enfermedades relacionadas con el trastorno de la conducta alimentaria, como la anorexia y la bulimia, prácticamente se han multiplicado por tres desde 2019. Este problema incide sobre todo en la población más joven, que también presenta un incremento de trastornos mentales. Hoy mismo, recogemos el diagnóstico de varios profesionales sobre la afección sicológica de la pandemia en los más jóvenes. Alertan de la huella que ha dejado en sus relaciones sociales, afectivas y sexuales, así como en sus hábitos y comportamientos. También tratan de romper con el estereotipo generado en los ú&bs;ltimos meses, mostrando el aprendizaje en positivo que ha supuesto la pandemia en la juventud.

Mostrada la fotografía general, conviene destacar que no es que estos problemas no existiesen antes de la irrupción del covid-19, sino que esta realidad se ha hecho más visible y, seguramente, se ha acentuado por las condiciones de vida generadas en la pandemia. Es una realidad que está ahí y que no podemos esquivar. Hacerle frente requiere por un lado de dotar de recursos a un sistema sanitario castigado y priorizar una parte de nuestra salud ocultada muchas veces tras el estigma social. Hablar de ello y aceptar la realidad es un primer paso para abordar un problema que nos atañe a todos.