Teniendo en cuenta la opinión de más de 5.668 adolescentes (de entre 11 y 18 años) de 23 centros educativos, Unicef ha realizado un informe sobre el impacto de la tecnología en la adolescencia. Los datos fueron recogidos entre los meses de noviembre de 2020 y marzo de 2021, por lo que hay que tener en cuenta que ha sido realizado en un momento en el que la pandemia del covid-19 ha impulsado el uso de la tecnología en todos los ámbitos.

Isidro Elezgarai, presidente de Unicef en la CAV, presentó los resultados en el espacio Yimby de Bilbo. Indicó que la edad media de adquirir el primer móvil son 11 años, con acceso a internet lo tiene el 96,8% , y el 91,3% se conecta todos o casi todos los días. Respecto a los hábitos de uso, el 31% reconoce utilizar Internet más de 5 horas al día entre semana, el 21,1% se conecta a partir de las doce de la noche y el 63,8% lleva el móvil a clase.

El 99,5% de los adolescentes usa una o más aplicaciones de mensajería instantánea, siendo WhatsApp la preferida (97,1%). Respecto a las redes sociales, el 98,8% está registrado en al menos una, el 84,1% en tres o más y el 62,5% tiene más de un perfil en la misma red social. Instagram es a la que más recurren (80,7%), seguida de Tik Tok (75,5%), Pinterest (36,6%) y Twitter (30%). Facebook no sale entre las más usadas. Por otro lado, el 92,3% usa Youtube.

El presidente de Unicef en el Estado español, Gustavo Suárez Pertierra, señaló que los avances tecnológicos «conllevan, indudablemente, beneficios y oportunidades para nuestra sociedad», sin embargo, también avisó de «que no podemos perder de vista los riesgos que puede entrañar para la infancia y la adolescencia si se produce una exposición temprana y sin acompañamiento a Internet, redes sociales o videojuegos».

Ciberacoso, apuestas...

Uno de cada tres adolescentes en la CAV hace un uso problemático de Internet y las redes sociales. Entre los principales riesgos que identifican en su experiencia en el entorno digital está el ciberacoso, el contacto con extraños, sentirse discriminados o excluidos, el chantaje y la extorsión, o el acceso a contenidos inadecuado para su edad. Unicef estima que dos de cada 10 adolescentes podría estar sufriendo ciberacoso y uno de cada tres, acoso escolar, pese a que no lo reconozcan.

El 35,8% de los adolescentes encuestados asegura haber entrado en páginas de contenido erótico o pornográfico; uno de cada diez ha recibido, a través de redes, chats, o videojuegos, una proposición sexual por parte de una persona adulta; el 10,4% ha sido presionado para enviar fotos o vídeos suyos de contenido erótico/sexual; y el 4,1% ha sido chantajeado con publicar dichas fotos o vídeos.

Asimismo, el 54% de los y las adolescentes reconoce que ha aceptado a desconocidos en las redes sociales y el 52,3% ha contactado con alguien desconocido a través de internet, chat o redes sociales.

Por otro lado, seis de cada diez adolescentes tienen en los videojuegos su principal canal de ocio y entretenimiento y más del 60% juega a juegos no aptos para su edad. Unicef considera que uno de cada cinco podría tener cierto nivel de enganche.

Las apuestas y el juego online son otras de las actividades sobre las que alerta el informe. Cerca de 3.000 estudiantes de ESO en la CAV han comenzado a apostar o jugar online, lo que, según el informe, multiplica el riesgo de desarrollar una ludopatía a medio plazo.

Unicef considera que la lucha contra el acoso escolar y el ciberacoso debe ser una prioridad, puesto que se han detectado tasas de victimización sensiblemente más altas que las que ofrecen las estadísticas oficiales. «Es necesario tomar medidas para reducir las preocupantes cifras de sexting, contacto con desconocidos o posibles casos de grooming, así como abordar el uso problemático de las redes sociales y posibles adicciones a videojuegos», subrayó Elsa Fuente, coordinadora de Unicef en la CAV.

Recomendaciones

Por todo ello, Unicef plantea una serie de recomendaciones «para proteger a la infancia y adolescencia en el entorno digital»: Que las familias cuenten con herramientas y apoyo para poder ejercer su labor educativa y de acompañamiento; que el sistema educativo sea un ámbito clave para adquirir las pautas y herramientas necesarias para manejarse en Internet; políticas «más contundentes» por parte de las instituciones para la protección de niños y su imagen en la red; y que la industria tecnológica garantice la protección de los adolescentes.