EDITORIALA

La soberanía al albur de los fondos de inversión

A las puertas de la Navidad, ayer se informó de que un inversor ruso ha comprado por cuatro millones de euros el castillo de Butrón, ubicado en Gatika y que está catalogado como patrimonio histórico. También se anunció que el fondo de inversión privado francés PAI Partners ha llegado a un acuerdo para hacerse con la participación mayoritaria del grupo de distribución con sede en Gipuzkoa, Uvesco, que opera con las marcas BM y Super Amara. Ese mismo fondo de inversión compró hace un año otra empresa guipuzcoana, Angulas Aguinaga.

Unas operaciones que no han provocado grandes titulares pero que deberían llevar a la reflexión sobre la pérdida de control sobre el capital económico y el patrimonio del país, especialmente porque se trata de una tendencia que va en aumento. Este pasado verano otra importante empresa vasca, Euskaltel, también quedó en manos de fondos privados de inversión. Unos fondos que se caracterizan por exprimir al máximo todo aquello que compran, con lo que no solo hay que considerar la pérdida de control sobre el futuro de la empresa, sino también otro tipo de perjuicios, como los que puede provocar en el tejido productivo local. Es difícil saber qué ha llevado a los actuales propietarios a ceder el control a un fondo de ese tipo, posiblemente la promesa de una expansión acelerada y grandes beneficios a corto plazo, que probablemente terminen siendo pérdidas a largo para el país.

El capital financiero internacional especula con inmuebles, como el castillo de Butrón, cuando el mundo de las finanzas está revuelto, pero también con las empresas, si surge la oportunidad. Esos fondos no van a aportar nada, vienen a hacer dinero, pero lo peor es que tienen capacidad para comprar todo el país. Con los movimientos de capitales totalmente liberalizados depende de la ciudadanía y de las élites de este país frenar ese proceso especulativo que condiciona radicalmente un futuro soberano.