Josu Iraeta
Escritor
GAURKOA

El PSOE no es fiable, nunca lo fue

Es posible que la cabecera de este trabajo no sea la más adecuada, es posible. Quizá algunas personas –o muchas– que simpatizan con lo que «creen» es el PSOE la consideren incluso inaceptable, es posible y lo lamento. Es por eso que me dirijo a todas ellas para que analicen –sus creencias– como lo hago yo, a través de estos párrafos.

Se dice que el ir sumando décadas en la vida, hace que las personas adopten costumbres y manías que no son frecuentes entre los jóvenes. Una de ellas es, sin duda, la tendencia a dar consejos, incluso cuando no son solicitados. Debe ser verdad lo que dicen, he aquí una muestra de ello.

Comienzo por recordar, porque no es fácil de olvidar, el espectáculo que ofreció la cúpula del PSOE en la primavera de 2017. Esto evidencia que la socialdemocracia española vive tiempos difíciles –es un catarro que viene de lejos– y no parece que quienes tienen, o han tenido capacidad de influencia, estén dispuestos a una revisión mínimamente crítica de su pasado.

Dada mi inclinación, aconsejaría –además de una pequeña cura de humildad a la actual dirección–, la lectura de un libro titulado “El arte de la manipulación política”. No es un panfleto, como sería del gusto de aquellos que aún creen en una ensoñación inevitablemente caduca del «felipismo», ni es un ensayo político de los que pudieran inspirar las contradicciones del exdirigente sevillano.

Para continuar, permítanme una entrada en Madrid, y así poder recordar la «virilidad» mostrada por un guardia civil, que allá por el 23 de febrero de 1981, se expresó a tiros en el Congreso, dictando el camino a seguir por la democracia española.

Y es que en aquella época todo era tan difícil(?) que la mayoría de los movimientos sociales se estrellaban ante la impermeabilidad del sistema político español que, con su centralismo extremo, hacía que fuera imposible llegar a variar lo más mínimo la política gubernamental.

Así es como desmovilizaron a las organizaciones feministas y neutralizaron al movimiento antinuclear –esto ya obra del PSOE– derrotando la campaña contra la guerra del Golfo.

Si en la actualidad, la izquierda española en su conjunto es débil –no solo en cifras–, hace tres o cuatro décadas no estaba mucho mejor. El PCE estaba próximo al desguace. Su ciclo desintegrador dio comienzo en Catalunya, siguiendo Euskadi, Madrid, etc. Divisiones, escisiones y enfrentamientos, lo cierto es que no frenaron hasta que se fue –en mi opinión– el artífice y causante de todo, Santiago Carrillo, consiguiendo que sus seguidores se integraran en el PSOE.

Todo ese movimiento pleno de enfrentamientos destrozaron una organización sólida y de fuerte prestigio. No fue por casualidad y la prueba se vio en las elecciones de 1982. El masivo desmarque de los comunistas hundió al PCE y metió a Felipe González en la Moncloa.

Ante estas sucesivas clonaciones que se dan en el PSOE, quizá cabría preguntar a las diferentes direcciones de IU sobre su aportación al desarrollo de la izquierda española, cuando ante el retroceso importantísimo producido por el desplazamiento del voto hacia el PSOE, una y otra vez, concluían diciendo «ser una aportación necesaria al servicio de la izquierda».

Entonces –como ahora–, el PSOE abrió las puertas de la administración a personal político no etiquetado expresamente de derecha y en particular a cierta «intelectualidad orgánica», polivalente y camaleónica.

Entonces –como ahora–, el PSOE absorbió muchos cuadros políticos, tránsfugas con distinta denominación de origen que, a pesar de su discutido y escaso juego, ahora los «controla» y mantiene dentro.

Es así como lo hicieron entonces, y si hoy no lo hacen, es porque la «matemática» no se lo permite.

Con la llegada del PSOE a la Moncloa, los españoles creían (como creen ahora) que su gobierno de izquierdas sería una ruptura con la historia reciente de España, pero la ilusión duró poco. Muy pronto se dieron cuenta que la política del PSOE de Felipe González era de derechas. Baste recordar la reconversión industrial, la aplicación de la Ley Antiterrorista (1983) incorporada al Código Penal, la orientación neoliberal de la política económica, la OTAN, el GAL, etc.

El PSOE lleva décadas buscando La Moncloa, la «necesita» y la necesita –como el PP– para subsistir. Fruto de su progresiva debilidad, se ha visto obligado a «colaborar», no solo con Podemos, ERC y EH Bildu, también con la derecha tanto vasca como española, eso sí, «aportando estabilidad» a las instituciones.

Entiendo que –en política– la transversalidad enriquece la democracia, también, que los hay que hacen de la necesidad virtud.

Queda patente pues que, aunque pudiera parecer otra cosa, su proceder habitual nos muestra que la democracia del PSOE se fundamenta en la aritmética, pues equipara la mayoría numérica –no solo con el poder– también con la posesión de la verdad y la razón.

El PSOE de «mañana» debiera alejarse de la derecha maja que le aplaude cuando es pequeño y débil, y afrontar una refundación que lo sitúe en su posición natural, –no lejos, como ahora– sino frente a la derecha neofranquista actual.

Abandonado el socialismo, hoy es una mezcla de liberales, comunistas reciclados, verdes y democristianos. Esta composición la considera necesaria para mantenerse y crecer, pero es un riesgo que ya probó Felipe González.

No hay otro camino, la socialdemocracia española no puede seguir colaborando con la debilidad moral e ideológica de los sucesivos gobiernos que, con su servil actitud se han desnudado ante Europa, defendiendo que aquel 23 de febrero de 1981 tuvo lugar un frustrado «golpe de Estado». Eso significa ocultar que cuando los tricornios ven perder su «influencia», enseñan que la llave la tienen ellos.

Los más de 6.000 caracteres del trabajo, nos dicen que no se puede negar la evidencia. Evidencia que ya en su día «aprendió» Nicolás Redondo –padre–; que el PSOE puede ser más o menos débil, pero fiable no, nunca lo fue.