Dabid LAZKANOITURBURU

Incredulidades y previsiones en una guerra anunciada

Aún es pronto para calibrar el alcance de la operación lanzada por Putin en Ucrania pero se pueden apuntar algunas conclusiones.

Al final va a resultar que la Rusia de Putin es previsible y que termina haciendo honor a los peores pronósticos anticipados por sus rivales.

Va a resultar, en espera del desarrollo de los acontecimientos, que las reiteradas advertencias de los servicios secretos estadounidenses y británicos, aireadas con altavoz por Biden y Johnson, y que tanta gracia han generado en algunos no iban tan desencaminadas.

La incredulidad ante las verdades oficiales es muy saludable. El problema es cuando oculta una credulidad de parte.

Los mismos que se negaban a ver señal alguna en los movimientos militares de Rusia alardean ahora de que Putin ha cumplido sus amenazas. Macho man.

Cuando no las justifican aduciendo que EEUU invadió Irak y Afganistán. Lo ha hecho hasta China, justificando, implícitamente, aquellas ilegales y criminales intervenciones. El recurso manido a agravios comparativos tiene ese riesgo.

Otra cosa es hasta dónde va a llegar el Kremlin. El reconocimiento de la «independencia» –en realidad anexión– de Donetsk y Lugansk ha certificado la muerte de los Acuerdos de Minsk. Y los rebeldes solo controlan el 30% del territorio de ambas provincias prorrusas.

Pero el sueño restaurador panruso de Putin va más allá y abarca la zarista Novorrossiya (Nueva Rusia), un arco que va desde el este de Ucrania y llega hasta Jarkov por el norte y Odessa al sur; alrededor de un tercio del territorio internacionalmente reconocido a Ucrania.

¿Podría utilizar su escalada para forzar un cambio de régimen en Kiev y conjurar así la recurrente tendencia prooccidental de la Ucrania central y del oeste? De momento está debilitando las infraestructuras militares ucranianas. El resto dependerá de los cálculos de Rusia. No de su imprevisibilidad. O su credibilidad.