Derrotas
85 años después del bombardeo de Gernika, los ataques indiscriminados contra la población civil prosiguen con absoluta impunidad, como impune queda también la propaganda de guerra que retroalimentan los medios de comunicación proporcionando una fotografía que se nos presenta nítida pero que en realidad refleja una verdad borrosa. Que la vida de algunos valga más que la de otros está tan masticado y es tan verdad, que que ya no interesa. No es ni resignación; es hastío. Casi el mismo hastío que lleva a las clases populares en Francia a votar por la extrema derecha. O por decirlo de otro modo, casi la misma propaganda.
Cuando el corresponsal de guerra George L. Steer escribió que Gernika fue bombardeada por la aviación nazi, el ministerio de Goebbels contrarrestó esta información tan eficazmente que muchos alemanes dudaron de la autoría de la masacre incluso décadas después de la caída del III Reich. El ministro de comunicación nazi, el de la mentira repetida mil veces que se convierte en una realidad, sigue siendo el maestro de los que gestionan sin rubor alguno la propaganda actual. Esta gente debería tomar nota de otra de sus frases, la de que en la guerra no existe la victoria, sino distintos grados de derrotas. Lo bueno es que al resto nos queda el Che Guevara y su no se vive celebrando victorias sino superando derrotas. Lo malo es que nos queda un mundo por superar.