Albert NAYA MERCADAL
Estambul

GEZI, CASO CERRADO: TURQUÍA ENVÍA A CADENA PERPETUA AL EMPRESARIO KAVALA

Con la pandemia por medio y tras dos años de aplazamientos de la vista oral, el filántropo acusado de organizar las protestas del parque Gezi de 2013, Osman Kavala, ha sido condenado a pasar entre rejas el resto de su vida, en contradicción con la resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que en 2019 pido su liberación.

C aso cerrado. Y no se hable más. Osman Kavala, quien según la Justicia turca organizó las revueltas del parque Gezi de 2013, no volverá a ver la luz del día. Entre rejas y para el resto de su vida: este es el destino que le impuso el juez el lunes, cuando su sentencia fue firme. 25 de abril, una fecha que quedará grabada a fuego para la sociedad civil turca y también para la Unión Europea (UE), que ve como Turquía se reafirma en su decisión de alejarse de la senda de los derechos humanos. Para el país eurasiático, el más perjudicado, la fecha no será olvidada porque ratifica –por enésima vez– su deriva autoritaria, cuando ha tenido una oportunidad de oro para rectificarla. Pero todo hacía presagiar que Kavala acabaría viviendo en Silivri, la prisión donde está recluido desde hacía ya más de cuatro años.

Ni él quiso estar presente para escuchar el veredicto. Kavala se había negado a acudir a la sala 13 de lo penal de Çaglayan, en el Palacio de la Justicia de Estambul, desde que se reabriera su causa en 2020. Aquella tarde de enero el juez dictaminó que podía dejar atrás los muros de Silivri como un hombre libre, pero minutos antes de poder hacerlo, otro magistrado apreció que el empresario había participado en el intento de golpe de Estado de 2016, por lo que su cautiverio se alargaría hasta nuevo aviso. Más tarde, esa investigación se solaparía otra vez con su supuesta participación en las protestas de Gezi, de la que supuestamente ya se había librado.

Y el intríngulis judicial turco, comprensible solo para los jueces que le han querido todo este tiempo entre rejas y que al final han hecho realidad el deseo del hombre que está por encima de todo, Recep Tayyip Erdogan, se alargó hasta esta primavera. Y se dictó sentencia: cadena perpetua para Osman Kavala y 18 años de cárcel para Mücella Yapıcı, Çiğdem Mater, Hakan Altınay, Mine Özerden, Can Atalay, Tayfun Kahraman y Yiğit Ali Ekmekçi por ayudarle en el «intento de derrocamiento».

Las abejas de Kavala

«Intento de derrocar al Gobierno» es una de las muchas acusaciones en su contra y la que no le dejará ver la luz del sol nunca más. Pero, ¿en qué pruebas se han basado? Ahí radica, según sociedad civil, activistas, ONG o la propia UE, el espectáculo judicial para inculparlo: un mapa de los tipos de abejas que hay en Turquía encontrado en su despacho ha sido prueba suficiente para afirmar que lo que realmente buscaba Kavala era dividir el país y rediseñar sus fronteras. Y la compra de sillas y mesas de plástico para los manifestantes de Gezi, en Taksim, era la clave para situarle en el centro de coordinación, desde donde movía los hilos de unas protestas que no pudieron acabar con el Gobierno de Erdogan, pero en las que murieron decenas de personas. «Las protestas ocurrieron en todo el país e involucraron a 3,5 millones de personas. Imagina a una sola persona organizando y financiando un movimiento de protesta nacional de esa dimensión. Es absurdo», declaró su mujer, Ayse Bugra, a France 24.

Pero Kavala, en declaraciones al juez por videoconferencia, alegaba estar harto de defenderse: «Al fin y al cabo, Erdogan y algunos políticos me siguen acusando sin pruebas convincentes después de cuatro años y medio, incluso después de haber sido absuelto y aunque el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha pedido mi liberación». Por qué lejos de brindarle un juicio justo, según varias ONG y la UE Turquía ha desobedecido una sentencia de esa Corte europa, y eso tiene sus consecuencias.

El TEDH falló en diciembre de 2019 a favor de Kavala y resaltó que sufría una detención arbitraria desde noviembre de 2017.

Turquía se aleja

A las nueve de la mañana del 22 de abril, fecha en la que daba comienzo la última vista oral del «caso Kavala», las puertas del palacio de la justicia de Estambul eran un hervidero de periodistas, sociedad civil, ONG, diputados opositores y observadores internacionales. Todos allí reunidos para observar el desarrollo de un proceso que se ha convertido en una cuestión de suma importancia para la Unión Europea. El propio relator del Parlamento Europeo para Turquía, Nacho Sánchez Amor, lo ha puesto de manifiesto en sus múltiples viajes al país eurasiático y ya explicó, tras conocer la sentencia, que «hay poca o ninguna perspectiva de la UE para la Turquía actual». En cuanto a la desobediencia del fallo del TEDH y ahora que la sentencia es firme, el Consejo de Europa activará un procedimiento de infracción, lo que podría dar lugar a la suspensión de su derecho a voto o de su pertenencia en el seno de ese órgano.

Después de las palabras condenatorias del juez, la sala quedó cabizbaja, pero nadie permaneció en silencio: «Todos somos Taksim, todos somos la resistencia», coreaban los cerca de cien asistentes a la vista. Y esa resistencia se trasladó al mismo lugar donde todo comenzó nueve años antes, en Taksim, porque aunque la Justicia turca haya cerrado el «caso Kavala», muchos turcos siguen queriendo reactivar el espíritu de Gezi.