Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

Demoler el pasado

El Edicto Real de Luis XIV sobre los esclavos de las islas americanas, de marzo 1685, consideraba «muebles» a los esclavos. La Convención Nacional de 4 de febrero de 1794 derogó la esclavitud. En 1802, Napoleón la restableció. El decreto de 27 de abril de 1848, abolió la esclavitud en las colonias y posesiones francesas. Tardó en aplicarse dos meses, para garantizar la recogida de la cosecha de la caña de azúcar. La ley de 21 de mayo de 2001 o «Ley Taubira», reconoce la trata y la esclavitud como un crimen contra la humanidad. ¿A qué razón poética apelan quienes, el sábado pasado, derribaron estatuas de Victor Schœlcher, en Martinica? El propio Aimé Césaire elogió a Schœlcher, en 1948: «uno de los raros soplos de aire fresco que soplan sobre una historia de asesinatos, saqueos, abusos» ¿Césaire, alienado?

No hay abolición sin rebelión. Haití, 1791; Santo Domingo, 1793; Martinica, 1848. En “Y los perros callaban”, el fundador de la «négritude» escribe: «Mi apellido: ofendido; Mi nombre: humillado; Mi estado: revuelta; Mi edad: la edad de la piedra».

Schœlcher no fue un negrero con barracón y esclavas. Fue un abolicionista. No proponía, como Bissette, el olvido del pasado y la reconciliación con los esclavistas. ¿Desmitificar? Sí. La justicia poética es creadora. Cuidémonos de no volvernos iguales a nuestro enemigo.