Laurent PERPIGNA
ELECCIONES EN LÍBANO

ELECCIONES EN EL PAÍS DEL CEDRO, ENTRE LA ESPERANZA Y LA RESIGNACIÓN

POR PRIMERA VEZ DESDE EL LEVANTAMIENTO POPULAR DE 2019, DESDE LO PEOR DE LA CRISIS ECONÓMICA, Y DESDE LA EXPLOSIÓN DEL PUERTO DE BEIRUT, LOS LIBANESES ESTÁN LLAMADOS A LAS URNAS. ANTE UN PROBABLE VOTO DE CASTIGO, EL RÉGIMEN SE ORGANIZA PARA PRESERVAR SU POSICIÓN. Y TIENE MUCHAS POSIBILIDADES DE LOGRARLO.

En Trípoli, al norte del país, el ambiente es sombrío. Duramente castigada por la crisis, la segunda ciudad de Líbano, de mayoría suní, sigue en duelo desde el naufragio de una embarcación en sus costas, el pasado 24 de abril. 85 personas –sirios y libaneses– intentaban huir del país por mar. La gran mayoría no sobrevivió. «No tenemos nada aquí. No hay esperanza. Morir en el mar o morir de agotamiento aquí, ¿cuál es la diferencia?», pregunta Karim, un comerciante.

Desde que el país salió del radar internacional tras la explosión del puerto de Beirut, las cosas han ido de mal en peor. A la devaluación de su moneda, la libra –ha perdido el 95% de su valor–, hay que añadir una inflación récord (+240% en enero pasado), escaseces de todo tipo, y los dramas recurrentes que hacen de la crisis libanesa una de las tres más importantes que el planeta ha conocido desde 1850.

Impotencia

Casi el 80% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. La angustia carcome las almas mientras el hambre lo hace con los cuerpos. Y sin embargo, hay algo mucho peor: el terrible sentimiento de impotencia que habita en los libaneses de todas las edades y confesiones, que han visto desaparecer los modestos ahorros que tenían en el banco casi de la noche a la mañana.

La Thawra (Revolución)

Parece lejano el momento en que la Thawra, la revolución libanesa, unía en 2019 y 2020 a gran parte del país en un movimiento sin precedentes de ira contra las élites. Sin embargo, las razones objetivas de lo urgente de un nuevo levantamiento que barrería el sistema siguen ahí: mientras que el Estado está casi totalmente ausente, el reparto confesional del poder y la codicia de los dirigentes comunitarios impide toda reforma, precipitando al país hacia una parálisis casi total.

Elecciones y status quo

En Líbano, los asuntos políticos son delicados. En época de elecciones, aún más. El domingo, la población votará en los quince distritos que tiene el país, para elegir a los 128 diputados que ocuparán escaño durante cuatro años en el Parlamento.

Decir que el sistema libanés es complejo se queda corto: cada circunscripción dispone de un número de escaños distribuidos según cuotas religiosas preestablecidas entre las confesiones en función de su peso demográfico.

Una reglamentación que no favorece la aparición de nuevas fuerzas políticas. Pese a la desconfianza sin precedentes que sacude al Líbano, la oposición y los candidatos independientes representan 284 de los 718 candidatos. Verena el-Amil, 25 años, figura de la Thawra, es una de las más jóvenes: «No estamos en igualdad, es cierto. Esta ley electoral está creada en su favor, para servir a sus intereses. Pero la lucha está en marcha, hay que llegar hasta el final. Si no quieren escuchar el grito de la calle, dentro del Parlamento no les quedará otra opción».

Si bien estos candidatos independientes tienen una oportunidad histórica de entrar al Parlamento –en las elecciones pasadas, solo una candidata de la oposición lo logró–, el régimen está librando una dura batalla para permanecer en el poder, y esta campaña ha sido tensa. Esto es especialmente visible en los bastiones de Hizbullah y de su aliado chií Amal, donde las amenazas e intimidaciones hacia los independientes han sido constantes: «No ha parado ni un minuto. En Sarafand, hombres armados impidieron el lanzamiento de nuestra lista. Cuando no estás de acuerdo con Hizbullah, eres un traidor», explica Ali Khalife, candidato por la lista “Hacia el cambio” en el sur del país.

«Arresto identitario»

Y no solo los candidatos están bajo presión: en todo el país, los partidos tradicionales se ocupan de lo que no puede el Estado, multiplicando los «servicios» ofrecidos a sus electores: distribución de gasolina, generadores de electricidad, atención médica (…), une verdadera compra de votos disfrazada. «Cada vez que la opinión pública libanesa se moviliza en torno a estas cuestiones económicas y sociales, en torno a la idea de trascender el sistema confesional, asistimos a intentos de los partidos del establishment de devolver a la población al seno comunitario, de devolverles a su arresto domiciliario identitario», explica Karim Émile Bitar, profesor asociado de la Universidad San José de Beirut.

Retos internacionales

Así, es muy probable que estas elecciones no sean las del cambio. Dependiendo financieramente de líderes políticos que juegan la carta de una supuesta amenaza existencial para cada comunidad religiosa, es probable que las élites libanesas, responsables del descenso a los infiernos del país, sean, en gran medida, reelegidas.

Pero estas elecciones deberían suponer un avance de los independientes, que si logran formar un bloque fuerte de oposición en el Parlamento, podrían influir en la vida política.

Quedan las cuestiones de orden geopolítico, siempre omnipresentes en el país del Cedro. Maniatado por las relaciones de fuerza regionales, no tiene nada de Estado soberano. Se ve atrapado entre, por un lado, el dominio iraní sobre el país a través de Hizbullah y, por otro, el dominio saudí sobre la población suní.

Por ello, las crecientes demandas de una parte de la población para que el monopolio de la violencia sea puesto en manos del Estado –o sea, un desarme de facto de Hizbullah– son objeto de tensiones y desafíos: esta solicitud cuenta con el firme apoyo de los Estados Unidos y de sus aliados, que verían así un reequilibrio de los poderes en el Líbano, por ahora favorables a Irán.

Las víctimas de este complejo juego de relaciones de fuerzas internas y de desafíos geopolíticos externos serán probablemente los libaneses, que esperaban ver surgir una nueva clase política capaz de frenar su inexorable descenso a los infiernos. E incluso si estos últimos no se rinden, lo saben: el cambio tomará mucho tiempo.

Mientras tanto, esta noche, en la oscuridad libanesa, cientos de miles de personas se dormirán con el estómago vacío, a la luz de las velas.