Dabid LAZKANOITURBURU

Embargos energéticos, unidad o ineficacia de las sanciones

La cumbre extraordinaria de la UE en torno a Ucrania ha acabado con un sexto paquete de sanciones cuyo acuerdo, sobre todo en el embargo al petróleo de Rusia, solo ha sido posible con un listado de excepciones que, si no lo desnaturalizan, limitan su alcance.

Bruselas ha vendido las cesiones a países del centro-este europeo muy dependientes, por historia y geografía, del crudo ruso, como una salvaguarda de la unión de la UE que, con la salvedad de la Hungría de Orban, se ha mantenido desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania.

En esa línea, tanto los responsables comunitarios como muchos dirigentes de los países miembros avanzaron que, una vez llegados a este punto (sanciones a bancos, a personalidades políticas rusas, embargo al carbón…), la madre del cordero, la renuncia al gas de Gazprom, queda congelada, de momento, en un séptimo paquete que se aparca sine die.

A riesgo de que ese consenso, en una UE conocida por sus desavenencias internas, salte por los aires.

Todo apunta, sin embargo, a que la apelación a la tan cacareada unidad es una excusa que oculta el escaso, por no decir nulo, impacto, cuando menos a corto y medio plazo, de las sanciones.

Unas sanciones que, vistos los numerosos antecedentes históricos, y más allá de la voluntad que puedan traslucir –dejar de financiar la agresión militar rusa–, castigan sobre todo a las poblaciones de los países en el punto de mira, no a sus élites políticas y económicas.

Pero es sabido que, en las relaciones internacionales, la cuestión de la justicia se subordina siempre a la eficacia. Y esta también está en cuestión.

Rusia dejará de ingresar a partir de agosto 4.000 millones de dólares por el embargo al carbón y 10.000 millones desde diciembre por el embargo al petróleo.

Sin embargo, Rusia ingresa 1.000 millones de dólares al día por la venta de combustibles fósiles, más que antes del inicio de la invasión de Ucrania. Y debido al incremento del precio, en buena parte debido a las sanciones.

Las cuentas son sencillas. Rusia ingresará este año 360.000 millones de dólares por vender su gas y petróleo, más que los 300.000 millones de su fondo de reserva federal. Y perderá, a partir de 2023, unos 14.000 millones. Por cierto, con un rublo al alza y que es utilizado políticamente por el Kremlin para subvertir los efectos de las sanciones.

A ello hay que sumar el efecto bumerán de estas. Europa vive un proceso de inflación sin precedentes, en el que los efectos de la guerra se han sumado a los de la resaca de la pandemia.

Y un último elemento, los países de la UE tienen que buscar suministros alternativos para abastecerse de energía. Y podrían acabar comprando petróleo ruso a países como India.

Mientras, ven cómo el Kremlin juega con sus nervios dejando de suministrar gas a compañías que se niegan a pagar en rublos.

Y mientras, pese a que estamos en junio, «se acerca el invierno» , que dirían en la Invernalia de “Juego de Tronos”.