Jesus Mª SOUBIES GARATE
Miembro de APL (Arabako Pentsionistak Lanean)-Gargeroa
GAURKOA

Gasteiz con los trabajadores de Mercedes

A finales de los años setenta, ante el auge del desempleo, hubo en Europa quien pedía la reducción del tiempo de trabajo: reducir la jornada, más vacaciones o el año sabático. En 1993, el presidente de la patronal francesa propuso bajar la jornada un 20% y los salarios un 15% para frenar el paro, que en Francia se elevaba a los 2.500.000 de personas. Luego vino el acuerdo en Volkswagen; reducía un 20% jornada y salarios para evitar miles de despidos. En España, el Círculo de Empresarios dijo que la reducción del 20% de jornada solo era viable con la reducción del 25% de salarios. Qué poco han cambiado estos últimos. Sin comentarios.

Estaba muy bien, pero nada que ver con la aspiración obrera tradicional. En 1848 Inglaterra promulgó la ley de las 10 horas y media: uno de los mayores cambios económicos hasta la época. Suponía un aumento súbito y obligatorio de salarios. Se produjo en circunstancias muy desfavorables. Afectaba a las ramas industriales punteras, con las que Inglaterra dominaba los mercados mundiales. Tal mejora, según economistas de entonces, sería mortal para la industria inglesa. Afirmaban que la duodécima hora, que se arrebataba al capitalista, era precisamente en la que este obtenía la «ganancia». Los hechos desmintieron esos augurios: los salarios aumentaron a pesar de reducirse la jornada, creció el número de ocupados, los precios de sus productos bajaron constantemente, mejoraron los medios de trabajo, se ampliaron mercados. El avance en la lucha por la reducción de jornada, hasta las 8 horas diarias, supuso una mejora de la salud y del tiempo disponible para la vida social e individual de la gente asalariada.

En Vitoria-Gasteiz, tras las huelgas del 3 de marzo de 1976, la semana laboral quedó fijada en 44 horas: de las anteriores 2.200 horas/año de trabajo se pasó a 2.000 horas al año. Se dejó así atrás el ritmo de 6 días semanales de 8 horas (2.200 anuales), y con ello se acabó la sexta noche. La subida salarial -30%- y la reducción de jornada -10%- significaron un gran avance para los trabajadores de Vitoria, de Euskadi y de todo el Estado. Esa convulsa época trajo beneficios para la sociedad en todos los ámbitos y el desarrollo del estado del bienestar. Precisamente la asamblea de Mercedes y su comisión representativa tuvo un papel esencial en aquellas luchas. Vitoria no olvidamos. Ahora, la patronal pretende lanzar una «revancha».

Hoy día, nos imponen aumentos de jornada, reducciones salariales y recortes sociales. Va a resultar que nuestros empresarios sacan el beneficio a partir de la sexta noche. Ahora que tanto se produce y tanto ha evolucionado la técnica, y no sabemos qué hacer con los millones de personas paradas en el mundo, resulta que hay que trabajar más. ¿Qué se pretende, derogar aquella ley inglesa de 1848?

Los problemas son otros. El poder de un puñado de consorcios multinacionales decide sobre el destino de todos; juegan, indolentemente, con el futuro de millones de personas; han monetizado la economía global; chantajean a los gobiernos y desprecian la voluntad popular y las urnas. A las jóvenes generaciones, los gobiernos no les ofrece nada, salvo contratos basura y unos salarios de mierda.

Nos encontramos en un callejón sin salida. Está en crisis el modelo económico y político, pero también la sociedad. Si deseamos tener futuro, hay que construirlo, entre todos y para todos. La economía, la ciencia, la tecnología siguen desarrollándose y avanzado, pero la esfera jurídica a todas luces retrocede a la edad media. Tratan de convencernos que el desarrollo económico está reñido con una vida digna y con una sociedad más igualitaria y justa.

Pero no podemos transformar la realidad sin una «revolución de conceptos», si queremos que el nuevo movimiento social sea una fuerza impulsora y renovadora, esta «revolución» es inaplazable. Todavía está instalada la opinión de que lo más importante no son los conceptos, sino la acción: las dos cosas han de ir a la par.

Se puede afirmar, que las causas de la crisis están en el dinero y en el Estado. Los valedores, y adueñados del actual sistema (banqueros, políticos…), así nos lo restriegan a diario. La causa está en el papel que se le otorga a dichos sistemas. Los que controlan el dinero controlar el poder, los mercados y los Estados, y lo que es peor, tratan de imponer lo que está o no, permitido discutir sobre el desarrollo ulterior que tiene que tomar la sociedad. Quien cuestiona «los mercados» y su «agenda de prioridades», es sospechoso de ser enemigo de la democracia, del Estado, de la sociedad. Los mismos que atacan a los derechos de la población trabajadora también son los que atacan a la población pensionista, a la juventud, a las mujeres. Son los mismos de entonces. Es hora de decir: ¡basta!

En los procesos monetarios, los conceptos de la economía de intercambio se han conservado a la hora de regular las condiciones del trabajo, del salario, del principio de la propiedad y del lucro en el ámbito productivo, lo que ocasiona un aumento de la desigualdad en el reparto de ingresos. Hay que retroceder mucho en el tiempo para encontrar un desequilibrio tan alarmante en la sociedad europea. En condiciones tan alejadas del equilibrio social, cualquier suceso «insignificante» puede producir grandes efectos. Tenemos que estar preparados para ello, pues se producirán.

Ánimo. Arriba la plantilla trabajadora de Mercedes Gasteiz. Las luchas del 3 de marzo acabaron con la sexta noche. ¿A qué vienen estos empresarios con formular encubiertas a instaurar lo que derribamos hace 46 años con costosas luchas obreras? ¿A qué vienen a proponer el regreso a tiempos antiguos y caciquiles? Hay que decir NO a esta barbaridad. Nos están robando el mundo como decía Saramago. Ya está bien, estamos obligados a actuar, a debatir soluciones, el futuro está por construir, nos espera.

La población trabajadora de Gasteiz está con vosotros y vosotras.