EDITORIALA

Desobediencia civil para hacer frente a la injusticia y a la crueldad

La acción de bloqueo llevada a cabo ayer en Ipar Euskal Herria para defender la libertad de Jakes Esnal y Ion Kepa y Unai Parot logró con creces sus objetivos, tanto los propios como los marcados por el adversario, encarnado esta vez en la Prefectura. Rara vez una iniciativa política de estas características, dimensiones y ambiciones logra vincular a tanta gente ni tener tanto impacto.

Más de 1.700 personas se implicaron ayer en una acción masiva de desobediencia civil para defender los derechos humanos y la paz en Euskal Herria. Es un número impresionante de voluntarios para una acción así, muy medida pero imprevisible en sus efectos. Las amenazas del prefecto de Pirineos Atlánticos, Éric Spitz, que advirtió de que las acciones serían consideradas como «infracciones penales», no arredraron a esas cerca de dos mil activistas. Fueron 26 personas detenidas y centenares identificadas. Es probable que se abran procesos y expedientes, que se volverán contra quienes los impulsen por agravar la injusticia cuando es hora de mitigarla. Entre que no comprenden y que mienten, se vuelven a equivocar.

Por ejemplo, la Prefectura mintió el viernes al prever que los servicios de urgencia, sanitarios o de protección civil, podían ponerse en riesgo por el bloqueo. Intentó crear alarma asociando la iniciativa desobediente a la inseguridad. Ayer se topó con un comportamiento ejemplar, ético y disciplinado, donde los operativos policiales fueron los únicos que generaron problemas de verdad.

El objetivo declarado de la Prefectura era que el aeropuerto de Biarritz, la autopista A63 y las vías del tren no sufriesen el bloqueo. Sin embargo, en mitad de la época estival, las tres principales infraestructuras de transporte quedaron paralizadas en algún momento del día. Voluntarios utilizaron sus cuerpos y rudimentos para interrumpir el tránsito de aviones, coches y trenes. Las y los «artesanos» bloquearon las vías y retrasaron los servicios a la vez que informaban a los y las usuarias de la situación de estos presos vascos y de la cerrazón de París. La imaginación ha vencido una vez más a la obcecación represiva.

Decantación a favor de la justicia

De la mano de Bake Bidea y Artesanos por la Paz, las estructuras sociopolíticas de esa parte del país entendieron perfectamente lo que iba a suceder ayer y, a su manera, acompañaron la iniciativa. Han estado informados, han compartido esa información con el resto de instituciones y vecinos, y han tomado las decisiones necesarias para que esas demandas justas pudiesen defenderse con plena seguridad.

Ayer se volvieron a reunir en la Subprefectura para interesarse por las personas arrestadas y pedir su liberación. Entre unos y otros, lograron mandar un mensaje claro a París: debe liberar cuanto antes a los presos, abandonar la política de venganza y cumplir con los derechos humanos. En este momento, esa es la agenda vasca por la paz.

Sin embargo, esta misma semana los juzgados volvían a retrasar artificialmente la libertad de estos presos, hasta el 22 de septiembre. Rondan los 70 años, llevan 32 en prisión, hace más de diez que podían tener acceso legal a permisos y a la libertad, el mismo tiempo que ha pasado desde que ETA decidió dejar las armas. No hay derecho a tratar así a las personas. No responde a la justicia, sino a la sed de venganza y a una agenda autoritaria y contrainsurgente.

Lo que están provocando es precisamente una insurgencia civil. En París parecen no entender qué pasa en Euskal Herria. Es evidente que sus delegados, igual que mienten a la población, engañan a sus superiores. Las imágenes de ayer deberían hacer reflexionar al Ejecutivo de Macron -y a otras instituciones-. Cada vez quedan menos a ese lado de la barricada, en el lado de la injusticia y la crueldad.