Ingo NIEBEL
MARRUECOS, SOCIO CENTRAL DE ALEMANIA EN EL NORTE DE ÁFRICA

Berlín deja de lado sus «valores» y normaliza relaciones con Rabat

La diplomacia alemana considera el reino de Mohamed VI su «socio central» y el de la Unión Europea en el norte de África. A pesar de propagar una «política exterior de valores», el Gobierno alemán defiende sus intereses energéticos. Para ello aprovecha la débil posición del Ejecutivo español y antagoniza con el rival de Marruecos, Argelia.

(Fadel SENNA AFP)

A finales de agosto, la ministra alemana de Exteriores, Annalena Baerbock (Verdes), se reunió con su homólogo marroquí, Nasser Bourita, en Rabat para normalizar las relaciones entre la República Federal de Alemania y Marruecos. Para ello, la diplomacia alemana ha flexibilizado su «política exterior de valores», que la ministra definió en diciembre como la defensa de los principios de libertad, democracia y legalidad de un Estado de derecho.

Ante la crisis energética, económica y social marcada por el auge de los precios de luz y gas más una imparable inflación, el tripartito del socialdemócrata Olaf Scholz con los Verdes y el Partido Liberal Democrático (FDP) quiere demostrar que trabaja por su independencia energética respecto a Rusia y a los combustibles fósiles.

A Marruecos le concede el papel estratégico de convertirse en un importante proveedor del denominado «hidrógeno verde». De hecho, Alemania lleva ya una década trabajando en ello. De esta forma, se ha convertido en el segundo país africano, detrás de Sudáfrica, que más inversiones alemanas ha recibido.

Sin embargo, antes de poder relanzar la cooperación con Rabat, Berlín ha tenido que reparar las relaciones bilaterales. Para ello, Baerbock ha dejado de lado la defensa de sus valores como se desprende de la declaración de 59 puntos que publicó de manera conjunta con Bourita.

El documento en sí define los proyectos que ambos Gobiernos quieren realizar, pero su mera existencia va más allá de la bilateralidad porque supone un cambio geopolítico en el norte de África.

El precio que Baerbock ha estado dispuesta a pagar por los intereses energéticos de su Ejecutivo consistía en ensalzar la figura del rey marroquí y en no criticar las vulneraciones de los derechos humanos y civiles por parte de la monarquía alauita.

Como colofón ha dado un giro respecto a la solución del conflicto armado de Marruecos con el Polisario por el derecho a la autodeterminación de la Sáhara Occidental: «Alemania considera el plan de autonomía de 2007 un esfuerzo serio y creíble de Marruecos y una buena base para que ambas partes (en referencia al Polisario) lleguen a un acuerdo», se lee en el punto 15 de la declaración conjunta.

Dado que solo un Estado central puede conceder competencia a una región

mediante un estatuto de autonomía, Berlín reconoce, entre líneas, que Rabat considera al Sáhara Occidental parte de su territorio nacional. El punto 15 es pues la versión light de la posición que tomó el presidente de EEUU, Donald Trump, en 2020 cuando reconoció la posición de Marruecos al respecto sin que se hubiese celebrado un referéndum en la región, tal y como demandaba la ONU en su día. La acción se produjo cuando Marruecos establecía relaciones oficiales con Israel.

Rabat consideró la reacción alemana y el hecho de que no fuese invitado a la conferencia sobre Libia como «acciones hostiles» a sus intereses. Por eso, en primavera de 2021, cortó primero el contacto con la Embajada alemana y luego retiró a su embajadora de Berlín. Después del cambio de Gobierno en Alemania, en diciembre, el Ministerio de Baerbock hizo un guiño a Marruecos considerándolo su «socio central» en el norte de África. A partir de ahí las y los diplomáticos de ambos países han ido paliando las diferencias.

En este contexto, Berlín saluda en el punto 20 el hecho de que Marruecos e Israel hayan establecido relaciones oficiales, alineándose con los dos países y EEUU frente a Argelia y Estado francés más otros actores geopolíticos en la zona como Turquía, Irán, Rusia y China.

La visita de Baerbock ha venido acompañada de una acción concreta de apoyo

a Marruecos: la empresa energética alemana RWE le vende el gas líquido comprado en EEUU y regasificado en el Estado español, a través del gasoducto Maghreb-Europe Gas (MEG) al reino. La línea dejó de funcionar cuando en 2021 Argel rompió sus relaciones con Rabat. Desde entonces el gas argelino llega directamente a la península ibérica a través del gasoducto Medgaz que pasa por el Mediterráneo. Argel condiciona la venta de gas a que los españoles no se lo revendan a los marroquíes.

El Estado español, a su vez, perdió credibilidad y margen de maniobra cuando dio un inesperado giro de 180 grados en favor de Rabat y contra la autodeterminación del Sáhara Occidental. Eso beneficia ahora a Berlín, que nunca ha equiparado la importancia de sus relaciones con Argel y con Rabat.

Al mismo tiempo, parece que ahora Berlín y París marcan terreno en el norte de África. A raíz de la visita de Baerbock, el presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, firmó cinco acuerdos con su homólogo francés, Emmanuel Macron. De esta forma, ambos países normalizaron sus difíciles relaciones. En París se define el acercamiento como un «un nuevo parternariado estratégico». Ya en abril, Argelia había sellado con Italia un pacto de venta extra de gas y petróleo.