Juan DE GAZTELU
KOLABORAZIOA

¡Adios a las armas!

Este título, que da nombre a una novela de Hemingway que tuve la ocasión de leer hace ya tiempo, parece que cada día que pasa se aleja más. La guerra en Ucrania está adquiriendo un carácter dramático por la brutalidad de ambas partes que hace difícil presagiar cualquier proceso de diálogo que conduzca a una paz inminente. Igualmente, la guerra informativa y de propaganda está polarizando a la opinión pública, fomentando visiones enconadas, a favor y en contra de alguno de los bandos contendientes.

A este respecto, los medios de comunicación hegemónicos de este país están obviando deliberadamente los atropellos cometidos por una de las partes. Así, las actuaciones del Ejército ucraniano que contravienen la legalidad internacional son silenciadas una y otra vez y no acaparan ningún titular. Por ejemplo, cuando este Ejército beligerante ocupa edificios civiles y públicos con fines militares, como hospitales y escuelas, situación denunciada por Amnistía Internacional reiteradamente, estos medios no dedican ni una sola coma. Asimismo, la participación de paramilitares extranjeros al lado o dentro del Ejército ucraniano es tratada en numerosas ocasiones como si de voluntarios humanitarios se tratara, soslayando su carácter mercenario y su actitud hostil hacia la población rusófila. De igual manera, su pasado es blanqueado, pese a ser muchos de ellos simpatizantes de la extrema derecha y abiertamente declarados supremacistas blancos, muy alejados de los postulados democráticos que, dicen, defienden. Además, en numerosas ocasiones se hacen pasar por civiles, contraviniendo una vez más las leyes de la guerra contemporánea.

Más de lo mismo ocurre ante el avance del Ejército ucraniano, pues nada se dice del éxodo de la población de adscripción rusa hacia territorios orientales por miedo a las represalias del Ejército ucraniano.

Finalmente, ni una línea ha merecido la deriva autoritaria del Ejecutivo de Zelenski, al ilegalizar a aquellas formaciones de izquierda y sindicatos que dudaban o criticaban la actuación del Gobierno frente a la guerra y su visión ultranacionalista. Tampoco nada sobre el ingreso en presidio de varios de sus líderes.

Y si de encarcelamientos extrajudiciales hablamos, merece la pena recordar la situación en que se encuentra nuestro compañero Pablo González retenido por en el estado polaco desde febrero y del que poco o nada se dice ni se sabe.

Silenciando esta clase de noticias e incidiendo en la dicotomía de buenos y malos, difícilmente callaremos el ruido de las armas. Y mientras la guerra dure, todos seremos perdedores.