Mikel INSAUSTI
«HISTORIAS PARA NO CONTAR»

Las vergüenzas de la burguesia barcelonesa

L as comedias divididas en episodios son muy agradables de ver, por su variedad argumental sobre un mismo tema y por la posibilidad de mostrar extensos repartos intercambiables. El cine italiano dominó mejor que nadie la modalidad en los años 60 y 70, y en Catalunya quien más la ha practicado es Ventura Pons, cuya rentabilidad reside en que también permite hacer versiones teatrales. Cesc Gay, siempre propenso a las comedias corales, ya probó la fórmula episódica en “Una pistola en cada mano” (2012), y vuelve sobre ella con “Historias para no contar” (2022). A pesar de que no es ningún novato en estas lides, cae en el mayor problema que presentan los largometrajes de sketches y es el de la irregularidad, dado que lo normal es que unos capítulos gusten más que otros. Lo más complicado es encontrar el equilibrio entre las historias, que por la presente son cinco en total.

“Historias para no contar” (2002) tiene una edición que va de más a menos, para remontar un poquito al final. Los episodios más divertidos son los dos primeros, con lo que el montaje final se resiente de esa decisión por empezar agradando al máximo. Las actuaciones de Anna Castillo, Javier Rey y Chino Darín funcionan muy bien en el inicial “Tengo ganas de verte”, lo mismo que las de María León, Antonio De La Torre, Álex Brendmühl y Eva Reyenes en el siguiente “Sandra”, mientras que a Alexandra Jiménez, Nora Navas y Maribel Verdú les falla el guion de un competitivo casting femenino en “Los martes y jueves”. Dicho episodio introduce una deriva que se sale del asunto central, el de las situaciones ridículas que provocan las relaciones personales cuando está de por medio el sexo, dentro de la cotidianidad urbana barcelonesa.