Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «EL FALSIFICADOR DE PASAPORTES»

Memorias de un superviviente del nazismo cotidiano

El cuarto largometraje de Maggie Peren es el más importante de los que ha realizado hasta la fecha, y prueba de ello es que fue presentado en una sesión especial de la Berlinale. Había tocado antes el tema del nazismo como guionista para Dennis Gansel en “Napola” (2004), sobre una escuela o internado para futuros líderes del fascismo alemán. El tratamiento que aplica a “El falsificador de pasaportes” (2022) es completamente distinto, y su personal adaptación del libro de memorias de Cioma Schönhaus se aleja de lo habitual en este subgénero histórico, por lo que entusiasmará o decepcionará a partes iguales, dependiendo del tipo de audiencia. Su argumento se podía haber prestado a comparaciones con la película austriaca ganadora del Óscar a Mejor Película Internacional “Los falsificadores” (2007), o con la también oscarizada de Steven Spielberg “La lista de Schindler” (1993). Pues no, ya que ofrece una mirada original con respecto a lo que era la supervivencia diaria en el Berlín de 1942.

Es así debido a las propias peculiaridades del personaje real, tal como ha sido trasladado a la ficción. El Cioma que retrata Maggie Peren, aún viviendo en medio de la cotidianidad del periodo bélico se sale de lo corriente, ya que se disocia del superviviente al uso gracias a su capacidad de camuflaje. Su aspecto ario le permite evitar ser tomado por judío, al contrario del resto de su familia. También le salva de la deportación su trabajo en una fábrica de munición, lo que le convierte en un ciudadano poco sospechoso, más aún cuando suplanta documentalmente la identidad de un joven oficial de marina.

Aparte de la habilidad manual para las artes gráficas que le permite burlar a la Gestapo falsificando papeles, este joven presenta una dimensión única y excepcional, que no encaja con la realidad colectiva de su época. Es un vividor al que le gusta la noche, y que no le hace ascos a los privilegios sociales.