Mikel INSAUSTI
CANTANDO BAJO LA LLUVIA

Disfrutando de la copia restaurada

No abundan las oportunidades para ver grandes clásicos del cine restaurados en la gran pantalla, por lo que la reposición de “Cantando bajo la lluvia” (1952) en una copia con una imagen y un sonido como nunca se habían conocido debería suponer una cita obligada. Y es que se trata de un musical revalorizado con el paso del tiempo, pero que en su momento no tuvo la repercusión que merecía, menos aún en la taquilla. En ello también influyó el que no ganase ningún Óscar, habiéndose de conformar con un triste Globo de Oro para Donald O’Connor como Mejor Actor de Comedia o Musical. De algo tan injusto en origen, se ha pasado luego al extremo opuesto, pues hoy en día parece el mejor musical de toda la historia. Lo sea o no, sirve para reivindicar la figura del maestro Stanley Donen, influyente como genio adelantado a su época, y que nunca dejo de experimentar.

Donen sirvió de ejemplo a Jacques Demy o Bob Fosse, ya que después de empezar como bailarín y coreógrafo, acabo siendo un cineasta absoluto, que demostró que su arte iba mucho más allá del género con el que había aprendido a dirigir. Se ha dicho muy a la ligera que “Cantando bajo la lluvia” (1952) es el fruto de una casualidad, de la coincidencia entre una serie de elementos técnicos y artísticos bajo el paraguas del todopoderoso estudio Metro Goldwin Mayer, pero no es así. Incluso si se prescindiera de sus célebres canciones seguiría siendo una de las mejores muestras del cine dentro del cine, porque se hablaba con conocimiento de lo que fue el paso del mudo al sonoro, cuando no todas las estrellas disponían de buena voz para cantar o dominar los diálogos. Y lo que Donen plasmó es que con la fotografía en color y las nuevas bandas sonoras la magia seguía estando ahí, potenciando emociones que llevamos dentro. El resto forma parte del mito, de si la lluvia contenía leche además de agua, y todo eso.