Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «POKER FACE»

El as en la manga que nunca termina de salir

No es que la carrera como actor de Russell Crowe esté pasando por su mejor momento, pero desde luego su trabajo en la dirección, visto lo visto, no le va a servir de alternativa profesional. Su anterior largometraje “El maestro del agua” (2014), sin ser memorable, al menos se inscribía en la buena tradición del cine australiano dentro del contexto bélico e histórico marcado por la batalla en la I Guerra Mundial de Gallipoli.

En cambio, “Poker Face” (2022) quiere ser un thriller de suspense sorprendente, pero se pierde en la nadería de los guiones cuyos giros no llegan a inquietar a la audiencia. Con todo y eso, hay algo peor en este segundo largometraje de Crowe delante y detrás de la cámara, y es que se deja traslucir qué ha podido motivar la producción y el rodaje entre colegas. Una reunión privada, una fiesta en la que el amiguete ricachón se da el capricho de hacer una película, porque incluso el personaje ficcional que interpreta responde a tales señas de identidad, en cuanto empresario adinerado que convoca a sus viejos amigos de la infancia para una última partida de poker en su lujosa mansión.

Y desde luego Crowe no es Orson Welles en su representación de la filosofía del éxito y del poder, aunque el neozelandés trata de relacionar las ganancias millonarias con el juego, como si muchas fortunas salieran de una mano de cartas. Pero si el protagonista confiesa ser un empedernido ludópata, resulta difícil entender que le haya ido tan bien apostando alto y evitando la ruina o las pérdidas.

Tal vez el secreto lo tenga el viejo chamán encarnado por el gran Jack Thompson, aunque tampoco le veo la dimensión espiritual, a no ser que se refiera al as en la manga que la película se guarda durante todo el metraje, hasta que llega el desenlace y sigue sin aparecer. Para entonces ha caído en el manoseado subgénero de la “home invasión”, con robo de cuadros.