Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «CANTANDO BAJO LA LLUVIA»

El musical más vitalistamente contagioso de todos

Cuesta imaginar que el musical fuera en algún tiempo un género popular, porque hoy en día no lo es. Ya no entusiasma a las masas, más familiarizadas con el consumo de youtubes y clips en pequeñas dosis, nada que ver con los largometrajes que encadenaban un número de canción y baile tras otro. Y, curiosamente, “Cantando bajo la lluvia” (1952) nos lleva todavía más atrás, a la etapa de transición entre el cine mudo y el sonoro, pero sin la grandilocuencia decadentista con que se trata ahora esa época, como en la recién estrenada “Babylon” (2022). La película entonces tomada como referencia histórica fue “El cantor de jazz” (1927), en la medida en que la voz de Al Jolson trajo consigo una revolución que necesitó de un duro proceso de adaptación al nuevo medio. Pero la Metro Goldwin Mayer supo sacar partido de aquel fenómeno a través de los musicales, con “Melodías de Broadway” como modelo de espectáculo recreado por Stanley Donen y Gene Kelly entusiásticamente en su película de culto.

“Cantando bajo la lluvia” (1952) está considerado como el mejor músical de la historia del cine, algo con lo que se puede o no estar de acuerdo, pero lo que sí es indiscutible es que es el más vitalista y contagioso que se ha hecho jamás. Sus coreografías no han sido superadas en ese sentido, y prueba de ello es que cuando se quiere poner un ejemplo de momento que transmite una alegría desbordante se siguen eligiendo sus tres números más emblemáticos, que son “Good Morning”, “Make’ em Laugh” y, cómo no, el que le da título.

Otra convicción que nos deja el acceso a la copia restaurada es la de una obra irrepetible, porque no ha existido otro bailarín como Gene Kelly. Rompía con todas las reglas y estereotipos de la danza, al poseer un físico diferente, una corpulencia que dotaba a sus movimientos de una fuerza arrolladora. Y lo mejor de todo es que sabía hacerlo con humor, como enamorado de la comedia musical que era.