Koldo LANDALUZE
DONOSTIA
LOBO FEROZ

Un perro encerrado

El título israelí en el que el se basa este filme, “Big Bad Wolves”, adquirió cierta relevancia a partir de su estreno en el festival de Sitges hace una década.

Un filme tosco que fue publicitado gracias al entusiasmo que mostró Quentin Tarantino y en el que lo brutal convivía de manera forzada. Todo ello salpimentado con la comedia negra y partiendo de una historia sobre venganzas escenificada en un único escenario.

Lo que fue saludado como un inquietante ejercicio de estilo retorna ahora bajo la dirección del uruguayo Gustavo Hernández en un extraño intento por aportar algo novedoso que tal vez se nos escapó en un original que tampoco es que revelara demasiadas cosas a tener en cuenta.

Sin definición dramática

Al contrario de lo que se pretende, “Lobo feroz” amplifica los males del título dirigido por Aharon Keshales y Navot Papushado, lo que se resume en un encadenado de diálogos terribles y una galería de personajes que tasan muy mal porque salta de la seriedad del rol encarnado por la actriz Adriana Ugarte, a la guiñolesca interpretación que debe realizar Javier Gutiérrez metiéndose en la piel de un agente de la ley que se prestará a ser partícipe del juego del gato y el ratón en el que también están involucrados una mujer que busca venganza y el presunto asesino de varias niñas. Todo ello, escenografía incluída, nos remite a propuestas como la del mencionado Tarantino y su “Reservoir Dogs”.

Lindante a los territorios del gore por lo explícito de sus imágenes, la película jamás encuentra su tono y cae estrepitosamente en la indefinición de algo que quiere ser muchas cosas y que finalmente se queda en muy poca cosa debido a sus estereotipos.

Se echa en falta una mayor definición en sus dilemas morales.