Hace poco nos llegaba la superproducción china “La batalla del lago Changjin” (2021), que reunió a los directores de prestigio internacional Chen Kaige, Dante Lam y Tsui Hark. Ese mismo episodio bélico de la Guerra de Corea que en el año 1950 enfrentó al Ejército chino y al estadounidense, vuelve a ser el epicentro de “Devotion” (2022), pero ahora visto desde el bando contrario, para convertir lo que fue una derrota histórica en una victoria moral. Por supuesto, se evita hablar de la invasiva política exterior de los EEUU durante la Guerra Fría y el conflicto de las dos Coreas, introduciendo el factor humano en un relato que mira en todo momento de puertas adentro, con lo que se convierte de principio a fin en un asunto interno.

No voy a entrar en si la película china es más propagandística que su contraria occidental, pero sí que “Devotion” responde a una clara intención autocrítica con respecto al racismo de la sociedad estadounidense, también extensible a lo militar. No obstante, es evidente que se quiere sacar ventaja al entonar el “mea culpa” discriminatorio, rindiendo un tardío homenaje al soldado negro caído en combate. Se lo hicimos pasar mal en vida y ahora honramos su memoria, acompañando en el sentimiento de pérdida a su viuda y a su hija.

Por suerte, esto es cine, y del bueno, así que no hace falta compartir la mentalidad yanqui para disfrutar de un obra tan espectacular como emocionante, en la que se imponen tres talentos genuinamente afroamericanos: el del director J.D. Dillard, el del actor Jonathan Majors y el de la compositora musical Chanda Dancy. La banda sonora tiene pasajes excelsos y pone dramatismo a las inmersivas escenas de combate aéreo. Y como “biopic” del pionero piloto de vuelo afroamericano Jesse Brown funciona muy bien.