Oihane LARRETXEA
DONOSTIA
Elkarrizketa
NEREA TORRIJOS
Diseñadora de vestuario

«Sin un vestuario bien ambientado dejasde creertelo que ves»

La diseñadora de vestuario Nerea Torrijos (Bilbo, 1985) ganó su primer Goya en 2021 por su trabajo en «Akelarre» y apenas dos años después ha sido nominada por «Irati», el último largometraje de Paul Urkijo. Con una carrera ascendente y una ilusión arrolladora por aprender y mejorar, comparte los entresijos de una profesión cada vez más reconocida.

(Jon URBE | FOKU)

Probablemente ella sin saberlo, Nerea Torrijos (Bilbo, 1985), comenzó desde pequeña a tejer un mundo propio desde el que hoy mira a la vida. La figurinista, ganadora del Goya al mejor Vestuario por “Akelarre”, y nominada en esta última edición por su trabajo en “Irati”, sufrió un grave accidente de tráfico cuando apenas contaba cuatro años.

Las duras secuelas y las operaciones a las que tuvo que someterse regularmente durante los años posteriores impidieron que pudiera llevar la vida normal de una chica normal en el barrio bilbaino de Txurdinaga. Profesoras a domicilio y largas estancias en el hospital, postoperatorios en casa. Prácticamente esa fue su vida hasta los 17 años. Arropada por sus aitites, que la educaron y cuidaron, creció entre las cuatro paredes de un hogar que llenó de creatividad y fantasía.

«Mi aitite, que era un adelantado a su tiempo, me compró mi primer ordenador y mi primera cámara para grabar», recuerda, porque para hablar de su profesión, que tanto ama, empieza desde los inicios, y esos inicios son una infancia «dura y difícil». Cuando le nominaron a su primer Goya tuvo una conversación consigo misma, «y fue entonces cuando por primera vez fui consciente de dónde venía, del camino recorrido y de la suerte que tengo».

Ese ordenador con el que mató horas dibujando y creando, y esa cámara, resultaron ser su salvación. «Con la vida dura que he tenido hoy podía estar en cualquier lugar; todo fueron problemas que yo solucionaba con los vídeos que hacía, con la música, con coreografías que preparaba con mis amigas cuando venían a casa, porque les hacia bailar y cantar (ríe), rodábamos anuncios… también pintaba y leía mucho, veía películas… me encantaba el cine», rememora.

Construyó «dentro de casa un mundo propio y artístico» que le ayudaba a sobrellevar el tiempo entre esas cuatro paredes. «Supongo que eso me ha llevado a tener capacidad creativa y resolutiva».

Empujada por su afición a la moda, se profesionalizó en el mundo del estilismo y las compras personalizadas, donde terminó generando «una importante cartera de clientes». Pero ese trabajo, que combinaba con otros que iban surgiendo, se vio interrumpido cuando una amiga le ofreció participar en un rodaje para confeccionar el vestuario. «‘No conozco a nadie mejor que tú para esto’, me dijo».

En aquella experiencia pudo aunar cine y moda por primera vez. «Ese mundo me atrapó», recuerda hoy, once años después. Desde entonces, ha encadenado un proyecto tras otro; después de “Irati” ha confeccionado el vestuario de “20.000 especies de abejas”, de la laudioarra Estibaliz Urresola, film que compite por el Oso de Oro en Berlinale, y ahora está inmersa en una ópera que dirige María Goiricelaya, entre otros. Pero labrarse un nombre no ha sido sencillo. En la base están su tenacidad y mucho sacrificio.

«Durante mis primeros cinco años trabajé gratis en cortos, vídeos y otros proyectos. Ahora hay un boom de trabajo y la industria se está asentando, también en parte gracias a las plataformas hay más opciones». Tiempo atrás, cuenta, hacerse un hueco en el cine era «prácticamente imposible», menos aún para alguien desconocido y sin contactos.

La documentación

Cuando un proyecto llega a sus manos lo primero que hace para captar unas primeras nociones es ‘googlear’ el tema. «No obstante, creo que cada proyecto es diferente aunque los comienzos se parezcan». Acude a museos, archivos históricos, bibliotecas e incluso pregunta por testimonios reales en el caso de que alguien relacionado con un hecho o sus familiares sigan vivos. «Se trata de crear tu propio archivo. Vas tirando de hilos hasta que encuentras lo que quieres representar a través de ese vestuario. En el caso concreto de las pelis de época, un documento muy valioso son las actas de juicios. Hay muchos momentos históricos que no están retratados, solo escritos».

También son una pieza importantísima los historiadores. «Si quieres ser fiel a la realidad tienes que dejarte orientar y asesorar por ellos». Así, afirma que la documentación es una parte «muy compleja» del proceso de creación, y que una puede estar investigando «todo el tiempo del mundo», aunque «habitualmente o no tienes el tiempo que quieres o no tienes el dinero que hace falta».

Sobre si el vestuario tiene que contar su propia historia o por contra tiene que complementar la narración, la figurinista cree que son ambas cosas, aunque depende mucho del director y lo que éste quiera contar.

Por ejemplo, hay películas en las que el vestuario «tiene que pasar desapercibido porque lo que importa es el personaje y su relato. Aunque, obviamente, siempre tiene que hablar, porque los diseñadores de vestuario no compramos ropitas para que los personajes vayan guapos y guapas».

En el caso concreto de “Irati”, que le ha valido su segunda nominación en tres años, Paul Urkijo le dio al vestuario un peso «del 90%» porque muchas de las escenas ocurren en un bosque o en una cueva, y lo «único» que se ve son los personajes.

Está satisfecha porque cada vez el vestuario tiene mayor peso y presencia. «Ya era hora de que se le diera el lugar que se merece. Tiene exactamente la misma importancia que la luz, que el objetivo que utiliza una cámara, o el set. Si la ropa no está bien ambientada dejas de creer lo que estás viendo y tu cabeza desconecta. Un mal vestuario te saca de la historia. Y pasa lo mismo con otros departamentos; hay que asumir que todos somos herramientas creativas al servicio de un núcleo, que es la película».

De «Akelarre» a «Irati»

Según reconoce, la nominación por “Akelarre” fue muy inesperada porque ella misma dice que no quedó del todo satisfecha con el trabajo que realizó. «Se me quedó la penita de lo rico que era el vestuario aquí en esa época, los colores que teníamos, lo diferente que era la indumentaria al resto del Estado. Podríamos haber tenido una película absolutamente increíble pero claro, trabajo para un director y tengo que meterme en su mente y ejecutar lo que él considera. Pensé que “Akelarre” no llamaría la atención».

Y vaya si se equivocó. «En la Academia nadie me conocía. Yo era una chavala del norte, desconocida, y estaba nominada. Fue uno de los momentos más bonitos de mi vida».

Ahora, con otra nominación en su currículum, constata que su trabajo está siendo reconocido. «Aunque no se gane, la nominación es una celebración del esfuerzo. Espero tener otras muchas oportunidades porque eso querrá decir que sigo en activo y que a la gente le gusta cómo lo hago».

Con “Irati” se exprimió. «Es muy especial primero porque aquí no se hacen películas medievales, de espadas y brujería. Lo que hace Paul Urkijo no lo hacen otros directores. Ha creído en mí y en mi capacidad. Y tener un proyecto como este, donde puedes hacer algo artesano de verdad… me empeñé en que fuera perfecta».

Del vestuario destaca la artesanía y el equipo humano que lo ha hecho posible. «Al ser una película ambientada en el siglo VIII no podía estar cosida a máquina, y las telas había que elegirlas de forma muy minuciosa. Tenía que haber texturas y bordados, costuras a la vista. Aunque en aquella época fueran rústicos, había riqueza en materiales y unas formas de trabajarlos increíbles».

Mari: un reto absoluto

Sobre los personajes puede pasarse «horas y horas hablando». Comienza por Mari, digna de tener «su propia película». «Ha sido uno de los desafíos mayores, crear a una diosa pagana y madre, y que fuera terrenal». Para configurar el personaje la figurinista echó la vista atrás y buscó. «¿Cómo han sido las diosas paganas a lo largo de la historia de la Humanidad?», se preguntó. Y comenzó desde la prehistoria. «Y nos dimos cuenta de que las figuras de diosas madre, desde la Venus de Willendorf, son generalmente figuras que llevan trajes con líneas verticales rojas, o casquetes que no sabes si son casquetes o llevan trenzas, y que daba igual Grecia, que la prehistoria, que Egipto… que se repiten algunos patrones: líneas rojas trenzadas y dibujos en el abdomen, que es donde se gesta la vida».

Y tirando de ese hilo configuraron a Mari. El resultado es un personaje visualmente espectacular. Utilizaron «miles de metros de lana» de tres lanas diferentes, y las tiñeron de diferentes tonos. Después, una chica artesana se dedicó a trenzar todo eso. El vestido, que parecen raíces, tiene 17 metros de diámetro. No hay dos trenzas iguales. «Ella representa la vida, y en la Naturaleza no hay un patrón repetitivo. No hay dos flores iguales, no hay dos pájaros iguales».

Destaca igualmente los vestuarios de Eneko Aritza, el papel protagonista interpretado por Eneko Sagardoy; y el de Irati, encarnado por Edurne Azkarate. En este caso lo complicado ha sido mantener el equilibro entre los dos mundos de Irati, la parte fantástica del personaje con la cara real. La libertad del bosque con las normas de la aldea. «Están llegando las nuevas religiones, pero ella no cree ni en Dios ni en Alá, ella sigue creyendo en Mari, en la naturaleza. Jugué con las telas y las tres capas que lleva».

Con el largometraje ya en las salas de cine desde ayer preguntamos: «¿Y ahora?. «Mi trabajo me llena el alma, me hace muy feliz. Me gustaría seguir sintiendo lo que siento, que nuevas historias lleguen a mis manos y los proyectos me conquisten. Quiero seguir trabajando y llegar lo más alto que pueda. Sentirme realizada. Quiero crecer junto a mi equipo, las vasconas. No hay éxito sin ellas».