EDITORIALA

Cambiar todo poniendo en el centro la vida

Hoy, Día Internacional de la Mujer, es día de lucha, y no debería serlo solo de las mujeres. También es día de celebración por los logros de una larga y ardua lucha durante tanto tiempo invisibilizada. Hoy, y a diario, el movimiento feminista destaca y denuncia la situación precaria de gran parte de la población, acentuada en el caso de las mujeres; por eso, la conmemoración de esa lucha y sus frutos es también reafirmación de la voluntad de continuar el combate por la igualdad, por los derechos, por la libertad. De toda la sociedad.

No por casualidad, también este año se ha puesto el foco en los cuidados, responsabilidad de toda la sociedad pero que recaen en las mujeres. El movimiento feminista propugna la protección de las personas más desfavorecidas, una necesidad que la pandemia dejó más en evidencia de forma dramática, tanto por el abandono de los Gobiernos como por la flagrante injusticia que padecen quienes cargan con esa responsabilidad, mientras la economía, la de algunos, atraía toda la atención. “Denon bizitzak erdigunean. Zaintza irauli dena aldatzeko” es el lema de las movilizaciones de este día: poner en el centro las vidas de todas las personas; cambiar todo. Últimamente han aflorado desacuerdos respecto a ciertas cuestiones, como se ha reflejado a raíz de algunas leyes en el Estado español, pero el movimiento feminista sigue unido en lo fundamental, al menos en Euskal Herria, y hace gala de una fuerza acumulada durante muchas décadas de lucha. Resulta ridículo pero a la vez indignante que los valedores del sistema patriarcal intenten aprovechar esas diferencias para erigirse en adalides de la lucha de las mujeres. Que a estas alturas pretendan decir qué les conviene y qué no.

Es conocida, por vigente, la propuesta de quienes no desean cambio alguno: instituciones heteropatriarcales con privilegios para los hombres, familia nuclear, capitalismo... un orden de las cosas que perjudica y castiga a toda la sociedad. La propuesta del movimiento feminista, más allá de formalidades, supone un cambio social, económico y político; supone, en definitiva, poner en el centro la vida.