Jaime IGLESIAS
Elkarrizketa
Álvaro Gago
Director de “Matria’’

«Es hora de comenzar a desmontaresa etiqueta de ‘cine social’»

Nacido en Vigo, en 1986, en 2017 estrenó su primer corto, “Matria”, premiado en Sundance y candidato al Goya. Sus siguientes obras, “Trote” y “16 de decembro”, pudieron verse en festivales como Locarno o Donostia. Ahora llega a su primer largo, “Matria”, con el que su protagonista, María Vázquez, se impuso como mejor actriz en el Festival de Málaga.

(Álex ZEA | FESTIVAL DE MÁLAGA)

En “Matria”, Álvaro Gago nos muestra el día a día de Ramona, una mujer que sobrevive encadenando empleos precarios mientras lucha para que su hija no se vea abocada a correr la misma suerte que ella. La película, rodada en galego, retrata con precisión esa Galicia obrera donde las estructuras patriarcales condicionan las relaciones sociales.

“Matria” tiene su origen en el cortometraje del mismo título con el que ganó el Premio del Jurado en Sundance. ¿Cómo desarrolló aquel proyecto hasta convertirlo en un largometraje?

Todo arrancó mientras rodábamos el último plano del corto, donde dejábamos al personaje de Ramona sin salida, metida en una rutina que la devoraba. Entonces pensé que deberíamos explorar las grietas que nos podía ofrecer el personaje en un proceso de toma de conciencia de su situación que la llevase a iniciar una revolución emocional e íntima. Sobre esta idea, comencé a dotar a Ramona de un nuevo horizonte, que ella misma se viese ante algo nuevo por lo que luchar. También me apetecía plasmar ese sentido del humor que Francisca, la persona que inspiró el personaje de Ramona y que protagonizó nuestro corto, posee. Se trata de un humor lleno de retranca que nace de un instinto de supervivencia y que en el corto no emergía como me hubiera gustado. El cine tiene que contar historias pero también tiene que reflejar maneras de entender la vida y mostrar ese humor me permitía profundizar en una manera de estar en el mundo.

Hay una diferencia notable entre ambos trabajos. A pesar de que apelan a los mismos escenarios y personajes, en esta ocasión ha optado por recurrir a actores profesionales para representarlos. ¿Por qué tomó esa decisión?

Bueno, realmente el reparto es una mezcla de intérpretes profesionales y no profesionales, aunque también he de decir que no soy muy partidario de este tipo de etiquetas, ya que para mí, desde el momento en que empezamos el rodaje, todos son actores y actrices. Obviamente no todos tienen las mismas herramientas, pero en preproducción hicimos un trabajo muy arduo con ellos para que el punto de partida fuera el mismo para todos. El hecho de coger a María Vázquez para que interpretara a Ramona tuvo que ver con que decidimos rebajar la edad del personaje respecto a la que tenía en el corto, porque si lo que queríamos era explorar esas grietas y ese proceso de toma de conciencia, dichas grietas son más visibles en una mujer de cuarenta y pocos años que en una de cincuenta y muchos. Necesitábamos a una Ramona muy machacada pero enérgica, viva, para que esa revolución íntima que vive el personaje fuera asumible por el espectador.

En todo caso, es curioso que el realismo y el carácter orgánico de la historia no se resienta y que incluso aparezca sublimado por el trabajo de los intérpretes. ¿Xómo fue el trabajo con ellos?

Yo creo que en el cortometraje ese carácter orgánico era mucho más evidente, ya que el modo en que retratamos a los personajes era muy físico, aquí al principio de la película también se da un poco eso, hasta que el personaje protagonista se rompe y entonces empieza a ganar peso lo emocional. Esa fue también una de las razones por las que apostamos por una actriz profesional, porque alguien como María posee las herramientas necesarias para construir desde las emociones. A la hora de dirigir a los actores parto de un pacto que hago con ellos. Soy muy sincero, les digo: ‘Yo necesito tiempo y necesito mucho de ti, pero a cambio también voy a darte mucho. Esto es lo que quiero contar y esta es la esencia de la película ¿Qué opinas?’. Todo esto no siempre lo verbalizo, sino que también trabajo con ellos y ellas de manera muy intuitiva. Con María, por ejemplo, tuvimos unas sesiones de trabajo previas donde ella me mostró su disponibilidad y su compromiso aun sin saber siquiera si finalmente iba a hacer el personaje, pero hubo una mimetización tan fuerte que me convenció de que no podía haber otra Ramona que no fuese ella. A partir de ahí, y de cara a que conocieran el entorno y el paisaje en el que íbamos a rodar, a aquellos actores que no eran de la zona me los llevé diez días a casa de mi abuelo para que se empapasen de la realidad del lugar y de sus gentes.

Su manera de acercarse a los personajes está muy en sintonía con el cine de los hermanos Dardenne y con otros referentes del ‘‘cine social’’. ¿Reconoce su influencia?

De entrada, creo que es hora de comenzar a desmontar esa etiqueta de “cine social”, porque parece como si fuera un nicho donde se nos mete a muchos cineastas a fin de no incomodar. Hay que cuestionar y problematizar ese concepto. Dicho lo cual, el cine de los Dardenne es una referencia clara para mí, como lo es el de Chantal Ackerman, Ken Loach, Andrea Arnold, Lynne Ramsay, Cristian Mungiu o el free cinema británico de los 60. La lista es interminable. Todo ese cine lo he visto y me ha emocionado, pero cuando estoy desarrollando un proyecto intento tenerlo apartado en un rincón de mi cabeza, porque yo quiero que mis referentes sean más próximos y que estén vinculados a los espacios que me rodean.

Y ahí tengo que mencionar a Rosalía de Castro o a Virxilio Viéitez, el fotógrafo que dignificó tanto a los gallegos, también a María Antonia Dans, una pintora que ponía el foco sobre realidades que otros ignoraban.

Hablando de de los escenarios donde transcurre el filme, es cierto que esa Galicia proletaria que muestra en la película rara vez se ha visto en el cine.

Es verdad que son escenarios muy poco frecuentados por el cine, pero si te paras a pensarlo tampoco hay tanta gente de origen obrero haciendo cine, con lo cual es lógico que sea una realidad apenas mostrada. Lo ideal sería que hubiera más gente de extracción proletaria haciendo cine, facilitarles las herramientas para mostrar esa realidad que les concierne y ahí el esfuerzo hay que ponerlo en la educación.

Reflejar esa realidad proletaria desde el punto de vista de una mujer, ¿le conduce a uno a situarse en los márgenes de la precariedad?

Sí y esa es la clave de esta historia: la precariedad. “Matria” habla de una mujer obligada a establecer vínculos de dependencia con una serie de hombres que ya sea en el hogar, ya sea en el trabajo, la mantienen explotada. Pero esa dependencia se explica desde la precariedad porque, si Ramona tuviese una situación más desahogada, sería más libre para decidir, para encauzar su propio proyecto de vida. Pero su posición marginal se debe a que vive en precario.

Volviendo al tema de las localizaciones, no es solo que esa Galicia proletaria se vea poco en el cine, sino que la propia Galicia es un territorio sobre el que el cine casi siempre ha proyectado una mirada idealizada, una mirada que, muchas veces, corresponde a cineastas foráneos, como en el caso reciente de “As bestas”. ¿Qué le hace pensar esto?

Bueno, de entrada no me gusta hablar de otros acercamientos a la realidad gallega porque esa pluralidad de miradas me parece muy lícita. Es legítimo partir de una curiosidad para ofrecer tu propia visión de un territorio que no es el tuyo. Ahora bien, lo problemático es reducir tu visión de un lugar a un arquetipo y, en este sentido, cansa un poco esa imagen que se proyecta de los gallegos como gente reconcentrada, que vive como para adentro. Sobre todo porque no hay una sola Galicia sino muchas Galicias. Lo que tenemos que fomentar son los retratos diversos y recrearnos en la riqueza que tenemos como país y abrazarla en lugar de apelar a clichés reduccionistas.

El hecho de haber rodado la película en galego, un idioma en el que se filma muy poco, también es un modo de militar, ¿no? De formalizar esa apuesta por la diversidad que acaba de comentar.

Por supuesto, de hecho nunca me planteé rodar “Matria” en otro idioma que no fuera el galego. En parte porque el galego es una lengua que se está muriendo, no tiene el apoyo que tienen el catalán o el euskera. Lo que han conseguido con el euskera es un magnífico ejemplo de cómo reflotar un idioma que también estaba languideciendo, pero eso son esfuerzos que tienen que venir desde las instituciones públicas. A mí me gusta apelar a que el galego no es únicamente una lengua para gallegos, también es vuestro, del mismo modo que el catalán, el euskera o el castellano son míos. Por tanto, no permitáis vosotros desde fuera de Galicia que el galego muera. Con cada lengua que muere, muere una cultura y con ella una manera de entender la vida.