Nerea LAUZIRIKA
BILBO
Elkarrizketa
Lia Pinheiro Barbosa
Profesora en la Universidade Estadual do Ceará (Brasil) y activista

«Soterrar nuestra historia es soterrar también nuestra cultura»

Lia Pinheiro Barbosa participó en las VI Jornadas de Educación para la Transformación Social en Bilbo en calidad de activista en esta materia. Es doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México y profesora en la Universidade Estadual do Ceará. Incidió en la importancia de la memoria colectiva en América Latina.

(Marisol RAMIREZ | FOKU)

 

Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, Lia Pinheiro Barbosa imparte clases en la Universidade Estadual do Ceará (Brasil). Además, forma parte del Programa Alternativas Pedagógicas y Prospectiva Educativa en América Latina (APPeAL) y del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), en los grupos de trabajo Economía Feminista Emancipatoria y Anticapitalismos y Sociabilidades Emergentes.

El pasado mes de marzo participó en el diálogo inaugural de las VI Jornadas de Educación para la Transformación Social, organizadas en Bilbo por eLankidetza-Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo, el Instituto Hegoa y la Coordinadora de ONGD de Euskadi. En entrevista a GARA, incidió en la necesidad de contar con amplios sectores de la sociedad y en la importancia de la memoria colectiva en América Latina.

Ha hablado sobre cómo la historia se cuenta a partir de la colonización ¿Qué recursos existen para hacer un ejercicio de memoria colectiva?

Dentro de nuestros procesos de América Latina esa ha sido una reflexión permanente del movimiento indígena, cómo recuperar la historia desde la palabra de los pueblos que habitaban Abya Yala antes de la conquista. Y claro, no es un ejercicio fácil. Hay registros historiográficos que durante la colonización española se destruyeron. Sin embargo, cada vez más el movimiento indígena está tratando de reconstruir esta historia a partir de la memoria oral y, obviamente, investigando, tratando de recuperar los registros historiográficos para poder reconstruir esa historia que en algún momento quedó soterrada. Porque en realidad soterrar nuestra historia es un proceso de soterrar también nuestra cultura.

¿De qué medios se dispone para ello?

Por un lado, tenemos registros que todavía existen, como la arquitectura o el espacio geográfico, que no se pueden negar. También se tiene el registro vivo de la manera de coexistir en los territorios. Muchas de las sociedades indígenas mantienen a día de hoy su forma de organización del territorio social y políticamente, que logró resistir durante estos 500 años.

Además, tenemos las formas de producción vinculadas a la agricultura y la ganadería que mantiene ese registro de memoria biocultural. Aún son parte de esta memoria histórica que está muy presente en muchas sociedades mesoamericanas. Y está la propia lengua, que es un proceso importante también de registro de la existencia no solo de un pueblo sino de un pensamiento o una cosmovisión, una filosofía indígena que se mantiene viva. Con esto no solo se reafirma la existencia de estas formas anteriores a la conquista, sino que se intenta validarlas como referente epistemológico importante dentro de los procesos educativos.

¿Cuál es la aportación de los movimientos estudiantiles a la transformación de la educación?

En América Latina, los movimientos estudiantiles han sido fundamentales para cuestionar el conocimiento oficial o dominante hegemónico, que ningunea algunas problemáticas que tienen que ver con nuestras sociedades. Las luchas que se llevaron a cabo a finales del siglo XX en América Latina, como las luchas indígenas, el movimiento zapatista o las luchas campesinas en defensa de la Reforma Agraria Popular, han incidido mucho en la formación política de esas juventudes, al punto de plantear nuevas agendas políticas para el movimiento estudiantil.

En contextos como el de Brasil, el movimiento estudiantil se plantea nuevas agendas, por ejemplo, cómo articular una lucha feminista, antirracista, anticapitalista, en defensa de los derechos en un sentido amplio, o en concreto de las comunidades LGBT o vinculándose a los procesos con los movimientos indígenas y campesinos.

¿En qué situación se encuentra la población negra, indígena y popular en el ámbito educativo de Brasil?

Durante la primera gestión del gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva con el Partido de los Trabajadores, los movimientos presionaron para que el Estado creara políticas de acción afirmativa que permitieran una mayor democratización y ampliación de los derechos, entre ellos el derecho a la educación. Los movimientos campesino e indígena avanzaron en una demanda de que la política nacional de educación incorporara el derecho de tener escuelas diferenciadas, escuelas indígenas, escuelas campesinas y lo que llamamos escuelas quilombolas [hace referencia a los quilombos, formas de resistencia durante el período esclavista, pero que hoy también es reconocido como una forma de estar en un territorio, siendo estos de comunidades afrodescendientes]. Este movimiento logró que se reconociera el derecho a una matriz curricular que atendiera las especificidades de una formación pensada para comunidades indígenas, campesinas o quilombolas.

¿Cómo influye la política de cuotas a estas comunidades?

Otro logro importante y del conjunto de la sociedad civil organizada fue establecer la política de cuotas para que esas poblaciones que están más marginadas tuvieran acceso a la universidad. En Brasil hay un sistema de ingreso en la universidad a través de un examen al terminar el Bachillerato. Pero claro, tenemos históricamente muchos problemas en la escuela pública en términos de enseñanza y la precarización del trabajo docente, y tantas otras cosas que afectan a este proceso de enseñanza y aprendizaje. La escuela privada se especializa más en preparar a los jóvenes para estos exámenes de admisión. Por eso, los estudiantes de escuelas públicas no accedían a la universidad pública.

La política de cuotas es una forma de reparación. Claro, lo ideal es poder promover un acceso universal gratuito y público para todos, pero mientras no se logre alcanzar este ideal, la política de cuotas hace que cada curso tenga una cantidad de estudiantes provenientes de los sectores populares, indígenas, quilombolas y campesinos. Diez años después, vemos más personas de este origen en unos determinados puestos de trabajo.

¿Cómo se relacionan los movimientos feministas con la transformación de la educación?

Ha sido un movimiento muy importante dentro de América Latina porque ha puesto en el espacio público la necesidad de debatir el patriarcado como una estructura de dominación y poder. Además, América Latina es uno de los continentes donde se ve de forma más ruda toda la cantidad de feminicidios y transfeminicidios, así como de violencia homofóbica. Lamentablemente, nuestros países lideran las tasas de violencia hacia las mujeres y las disidencias sexuales, y el hecho de ponerlo en el debate público ya es una forma de incidir en una cultura de aprendizaje nacional.

¿Qué consecuencias ha tenido para el movimiento feminista?

El patriarcado atraviesa las culturas de nuestros países y si bien las feministas hemos avanzado a la hora de marcar la agenda política, también hemos sufrido mucha persecución por grupos de extrema derecha o por la estructura patriarcal machista que provoca una reacción de los hombres. Ahora bien, en los últimos diez años hemos logrado marcos importantes en términos legales como, por ejemplo, el derecho al aborto seguro.

Hemos observado que dentro de toda la heterogeneidad de feminismos existentes ha avanzado la necesidad de pensar la lucha de las mujeres desde una perspectiva interseccional y dialéctica que logre percibir la relación de dominación, enmarcada en la cuestión étnico racial de género y clase. Pienso que eso es una aportación muy importante, porque dentro de nuestra cultura de aprendizaje pone en el horizonte que la lucha feminista tiene que incorporar estas otras dimensiones de la lucha anti colonial, antipatriarcal, antirracista, anticapitalista y antiimperialista.

Hay conquistas sociales que cuesta décadas afianzar y se echan para atrás en una legislatura. ¿Qué mecanismos tienen los movimientos sociales para blindar esos logros?

Garantizar a través de políticas públicas que esos derechos estén institucionalizados. Hay una dirección común entre muchos movimientos latinoamericanos de exigir a los estados que se construyan programas o políticas públicas que garanticen los derechos. Sin embargo, la estrategia del Estado no es la transformación estructural. Muchas veces, los gobiernos incorporan algunas demandas como programas de gobierno, pero si cambia el gobierno, ese programa puede fácilmente dejar de existir.

Pero algunas cosas han avanzado en términos legales. Cuando instituyes una ley es más difícil que pierdas el derecho que se recoge en ella. No obstante, aunque haya una ley no necesariamente será efectiva, porque tenemos muchas leyes que no se aplican. Pero, el mero hecho de que existan es un paso importante para exigir que su cumplimiento y que se hagan efectivas.

¿Cuál es la estrategia que se utiliza para ello?

En Brasil, los movimientos crearon la estrategia de lanzar sus candidaturas para el Senado, porque es una forma de estar directamente dentro de los espacios donde se elaboran, se gestionan y se implementan las leyes. Esa ha sido una reflexión de los movimientos, cómo crear una estrategia para que el movimiento negro, feminista, indígena, estudiantil, campesino o quilombola pueda tener sus candidatos y, una vez elegidos, pueda existir una composición parlamentaria que les permita incidir directamente en esa estructura legal.

¿Ha dado sus frutos?

Fue exitoso porque a muchos los eligieron. Todavía son minoría, pero han sido importantes para disputar este espacio y dentro del nuevo Gobierno hemos visto logros que responden a sus demandas. Por ejemplo, la creación del Ministerio de los Pueblos Indígenas con la ministra Sonia Guajajara, que es una lideresa indígena reconocida. También el Ministerio de Igualdad Racial, que ha sido importante para avanzar en esta agenda de cómo implementar acciones antirracistas dentro de la estructura del Estado brasileño y sus instituciones, ya como una política nacional. Son aspectos importantes del avance en esta construcción colectiva.