Paz, víctimas y listas democráticas
La utilización electoral que se ha dado a la inclusión de personas en su día condenadas por su relación con ETA, que ya habían cumplido sus penas en las listas electorales de EH Bildu, fue un escándalo farisaico. Pero no solo eso; con toda seguridad ha constituido una actuación antidemocrática, retrógrada y contraria a la reconciliación.
Antidemocrática, porque se fraguó en contra de la igualdad política de las personas. Retrógrada, porque pretendió la sustitución de la legítima lucha política por imputaciones pseudoéticas; como, por ejemplo, la exigencia de autocrítica ajena. Contraria a la reconciliación, que es el requisito previo de la paz, porque pretendía la negación de hechos indiscutibles como son el cese de la violencia, el desarme de ETA e incluso su autodisolución. Pero es, sobre todo, una actitud farisaica, y por tanto, ridícula, porque va en contra de la convicción de la inmensa mayoría de ciudadanas y ciudadanos, que saben que la lucha de ETA se acabó.
La emblemática aportación de las víctimas a la reconciliación y a la paz solo resulta posible desde el reconocimiento del dolor ajeno. Por ello, es imposible, si se utiliza su memoria en aprovechamiento político. Así, por ejemplo, la memoria de Tomás Caballero junto a de Germán Rodríguez, la de José Javier Múgica junto a la de Gladys de Estal, la de Mikel Arregui junto a la de Casanova o la de Mikel Zabalza junto a la de Lacalle, simbolizarían y simbolizan reconciliación… El hurtarles esa virtualidad emblemática para su utilización política no solo atenta contra los principios de la reconciliación, sino que degrada su imagen, incluso en contra, muchas veces, de lo que algunos de ellos habrían añorado.
El papel emblemático de la memoria de las víctimas en la función de la reconciliación está incluso por encima y al margen de su historia personal, ya que una víctima es víctima por haber sido objeto de una violencia injustificable, y no por lo que él fuese o dejase de ser. En la farisaica y sucia campaña contra las listas de EH Bildu existía además un trasfondo que tiene relación con actitudes de extrema derecha, de querer justificar los numerosísimos casos de guerras sucias (Guerrilleros de Cristo Rey, AAA, BVE, GAL, etc.) que, junto con los denominados «excesos de las FFAA», originaron centenares y centenares de crímenes que la justicia no ha sido capaz de aclarar ni de abordar.
La verdad es que «la paz vasca» ha sido un proceso unilateral sin precio ninguno y que ha ganado su credibilidad en la inmensa mayoría de la ciudadanía, por su coherencia, con el paso del tiempo. Constituye en realidad una fórmula de pacificación con base teórica originaria y que ya es y será objeto de muchos análisis en el futuro. Frente a la constatación mayoritaria de esa realidad, la actuación irresponsable de quienes han hecho uso político del rechazo a ETA con fines electorales resulta profundamente criticable; y no solo por injusto, sino también porque supone un verdadero menosprecio de la gente a la que se emite ese mensaje.
El hecho de incluir personas que han cumplido sus condenas en unas listas electorales no solo no constituye ofensa contra las víctimas, sino todo lo contrario, ya que demuestra y evidencia que el sufrimiento de las víctimas no fue en balde. De todas las víctimas, es decir, de los sufrimientos de todas las trincheras que se pretenden derruir. Quienes pretenden mantener e incluso, reforzar esas trincheras, actúan con la misma mentalidad con la que el franquismo montó su justificación en la mención de «los caídos» mientras que siguió ocultando la realidad de las numerosísimas fosas comunes.
Mola, Franco y compañía, que eran los sublevados, fueron los responsables del millón de muertos de ambos bandos, pero no quisieron nunca equipararlos precisamente porque fundamentaban en ello la usurpación del poder. En 1937 se puso en marcha por parte del franquismo incipiente, con base en un informe elaborado por Rafael Aizpún Santafé, un expediente administrativo denominado “Causa General” y que también tuvo otros nombres, y que se desarrolló durante todo el franquismo, pero sin llegar nunca a terminarse.
Quizá con la ultracampaña farisaica de las listas de EH Bildu, a la que tan míseramente se han arrimado tantas y tantos con el cazo en la mano, hayan conseguido hacer daño al «sanchismo», pero tal actuación es calificable no solo de antidemocrática, sino incluso de inmoral, y yo creo que se volverá en contra de sus propios promotores. No es legítimo el utilizar historias y acusaciones personales, que siempre son aducibles en todos los sentidos, para ocultar la corrupción, para evitar las críticas en las gestiones administrativas y sociales y para levar el debate político a postulados de populismo barato.