Raimundo FITERO
DE REOJO

La poética del mantel de hule

Un impulso docente cargado de esa pedantería del ignorante me coloca ante una imperiosa necesidad aberrante. Nunca he comprendido de manera meridiana ese dicho en el que se asegura que a veces lo mejor es enemigo de lo bueno. Mejor, bueno, regular, malo son apreciaciones subjetivas, culturales, ponderaciones cualitativas que escapan a lo medible con aparatos científicos. Es un lenguaje de consumo, una publicidad de lo recomendado, de la influencia abstracta a partir de jurados invisibles. En los últimos tiempos estas clasificaciones se compran o se venden, se amasan a base de supuestas participaciones populares espontáneas en las plataformas o aplicaciones. Todo muy manipulable.

Por eso cada vez que se hacen públicos los nombres de los mejores restaurantes del mundo, mi papilas gustativas babean al oler efluvios de conspiraciones, modas, corrupciones, campañas publicitarias y hasta publicidad institucional encubierta. En este campo y en tantos otros, estas excluyentes conclusiones nos dejan con el pensamiento al aire de la imposibilidad de calificar los restaurantes por algo más que las emociones, la compañía, las circunstancias que concurren en ese acto sublimado de alimentarse buscando proteínas para otros sentidos de mercado como es la belleza, la liturgia del poder adquisitivo más allá de lo esencial.

Pues con todo ello, es imposible que nadie pueda decir que este o aquel es el mejor del mundo. Entre otras cosas más planas como que no conocen ni la mitad de los restaurantes del globo. Buenos son huevos fritos con chistorra, poética de mantel de hule.