Edorta JIMENEZ
KOLABORAZIOA

Carta de la Fundación a la avifauna de Urdaibai

Los servicios de limpieza voluntaria de las costas estas de por aquí han encontrado una carta remitida por la Fundación -una de las dos únicas que existen si se mira a la prensa doméstica- a la Avifauna de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. La carta, todavía sin abrir, estaba, según se nos ha explicado, debajo de uno de los puntos de carga de la dinamita de aquellos años del catapum. Aunque la tal estaba bastante mojada y algo deteriorada, hemos podido hacer un resumen más o menos así y tal.

Mediante una serie de ideogramas que nos ha costado un huevo descifrar, la Fundación se dirige en primer lugar a las cigüeñas, recordándoles que si no fuera por el costoso programa de asentamiento que se les ha pagado de lo público, de ninguna manera hoy volarían por aquí. Les llama okupas y les pide que vuelvan a su vida anterior. Que en las poblaciones aledañas los pisos están por las nubes y casi nadie se queja. De paso les ha recordado a aquel heroico señor que desde el otro lado del río Oka vio un ejemplar, paró el coche y, al parecer sin apearse -a lo John Wayne-, disparó con acierto matándola en el acto. No hemos podido descifrar del todo si acaso en la carta no se propone que todo varón mayor de edad lleve una escopeta en el asiento de atrás para llegado el caso.

A ideograma seguido, la Fundación se dirige a las águilas pescadoras, quienes, dice, tras un programa de adaptación más costoso que el de las cigüeñas, pretenden vivir de la mano de los dineros públicos y no se han enterado de que aquí ya ni las personas ancianas viven del moco de las ayudas. «¿Para qué tanto esfuerzo?» -les pregunta-. «Si sois dos y en cuanto suena el tambor de alguna fiesta os vais para Laredo». «Cómo es que ahora se protesta por el edificio tipo Etcétera Etcétera que vamos a levantar en Murueta y nadie dijo nada cuando os hicieron la caseta en la otra orilla», les pregunta, llamándolas directamente enchufadas.

A continuación se dirige a todas esas migratorias que -literalmente- «sin papeles muchas, andáis de la Zepa a la Meca viviendo del cuento». «Esas ZEPA (Zona Especial de Protección de Aves) pertenecen a políticas de otros tiempos» -les dice-, «hay que aprender a sobrevivir con las alas abiertas, como los cormoranes, y tomad nota, se va a acabar eso de la ecología en las extraescolares. Que no hace falta que venga Vox, que ya hace tiempo que el pueblo pide que se os quite la sopa boba». «Solo tú puedes hacer tu vida sostenible; vuela libre y aterriza como puedas», les dice.

Lo que les sugiere a las rapaces nocturnas no lo vamos a transcribir, que luego las niñas y los niños leen estas cosas y se ponen mal. Por resumir: «Quien de noche vuela…».

Para terminar les sugiere -en este caso a todas- que aprendan de los andarríos y de las lavanderas comunes que tan alegremente comparten el rompeolas con la tropa peatonal. Eso sí, lamenta que la lavandera amarilla no se haya subido al carro ese de comer los restos que va dejando por ahí esa misma tropa. «Mira qué delicadas las señoritas ellas, ni que vivieran en Yosemite o en Yellowstone». «Pues nada» -les avisa-, «la tropa por llegar serán unas 140.000 de infantería, siempre a bordo de carros ligeros de combate rápido, apoyados por drones y algunos veleros de esos atómicos y las obligatorias motos de agua». «Así que, niñas, ¡adaptarse o morir!», entendemos que dice el último ideograma de la Fundación. Aunque igual todo esto tan solo es una broma.