César MANZANOS
Doctor en Sociología
JOPUNTUA

La sociedad desquiciada

Una persona desquiciada es la que está alterada, fuera de sí, o ha perdido la tranquilidad o la paciencia. En estos tiempos de hipermovilidad y de cultura de la prisa, de estrés crónico, estamos enquistadas en una sociedad desquiciada. Buscamos logros inmediatos, resolver todo lo más rápidamente posible. Permanecemos dando respuesta a acontecimientos que nos han instalado, en una agenda no escrita, establecida por quienes tienen poder de hacerse omnipresentes e imponer nuestras preocupaciones. Como en una carrera de obstáculos, hemos de responder tratando de formarnos una opinión o de actuar con celeridad para tratar de triunfar o superarlos, de lo contrario nos vemos trastocadas y frustradas en la realización de las expectativas depositadas en nosotras.

Un mecanismo exquisito de dominación, y por tanto de sumisión, es socializar a las personas, desde muy temprana edad, en valores y conductas que les conviertan en seres que vivan fuera de sí, que su vida no sea propia, sino que se apropie de ella quien tiene interés en nutrirse de sus capacidades para ponerlas a su servicio. Si además esa aculturación supone fabricar un sujeto que todo lo quiere para ya, es decir, educado en la impaciencia, obtenemos una mercancía humana bien precisa: el desquiciado.

Este desquiciamiento se hace patente en múltiples esferas de la vida: en las contiendas electorales, en la incesante obligación de promocionarse para trabajar o en el trabajo, en la manía de querer tener la razón sobre los demás, defendiendo ideas y prácticas con vehemencia con el fin de otorgar cierta sostenibilidad a nuestras inseguridades y estados de confusión, cuando no a nuestra ignorancia. Los brotes de desazón y confrontación constantes en nuestras relaciones sociales, lejos de hacernos pensar y actuar con sensatez y capacidad de comunicación, nos hacen mantener posturas encontradas, cuando no antagónicas, y a tomar decisiones equivocadas de las que luego nos arrepentimos pero que ya no tienen vuelta atrás, condenándonos a eso, a ser seres desquiciados.