EDITORIALA

Pasividad internacional ante la agresión israelí

El Ejército de Israel volvió a lanzar ayer, dos semanas después de la anterior, una nueva operación militar a gran escala contra la ciudad de Jenin y su campamento de refugiados en la Cisjordania ocupada. Precisamente, durante el ataque bombardeó objetivos en ese campamento. Se contabilizaron al menos ocho palestinos muertos, tres de ellos menores, y otro más en Al-Bireh, cerca de Ramallah. Las autoridades israelíes señalaron que el operativo durará todo el tiempo que sea necesario hasta alcanzar sus fines, mientras que las palestinas clamaban por una acción internacional urgente para detener la «bárbara agresión» de Israel e instaban al Tribunal Penal Internacional a actuar contra quienes están cometiendo crímenes de guerra.

Israel continúa con su retórica antiterrorista y piensa que por medio de acciones militares en zonas civiles y campamentos de refugiados -que constituyen crímenes contra la humanidad y como tales deberían ser denunciados y perseguidos por la comunidad internacional- conseguirá cambiar la situación de violencia en la Palestina ocupada. Deseos vanos hasta que no se aborde la ocupación, las constantes agresiones y las políticas colonizadoras y discriminatorias. Israel no quiere entender que solamente desde la justicia se puede construir la paz. O tal vez sí, pero lo que pretende el Ejecutivo de Netanyahu con esta incursión militar es desviar la atención ante el resurgimiento de las protestas contra la reforma judicial que prepara para colocar bajo su control al Poder Judicial. Ayer por la mañana, sin ir más lejos, los manifestantes cerraron durante hora y media el puerto de Haifa y llamaron a bloquear por la tarde el aeropuerto de Ben Gurion.

Esta apuesta israelí por la solución militar, además de criminal, se está revelando impotente para terminar con la resistencia palestina. Y esa escalada de violencia sin fin está, además, desgastando hasta los propios fundamentos del Estado de Israel. Con todo, lo peor es la pasividad de la comunidad internacional ante los crímenes cometidos por Israel y su equidistancia ante el apartheid y la ocupación de Palestina. Una posición que da cobertura al agresor y aleja la paz.