EDITORIALA

Una herida cosida, una potente tradición periodística y una nación hablándose a sí misma

Si un buen periódico, según la magnífica definición de Arthur Miller, es «una nación hablándose a sí misma», el cierre manu militari de un medio de comunicación es un trauma colectivo que ha dejado una marca indeleble en la cultura política de Euskal Herria. El ataque a la libertad de prensa y al pluralismo que supuso el cierre ilegal de “Egin” hace ahora 25 años es una herida profunda que no se debe olvidar. Cerrar medios vascos a través de juzgados y órdenes excepcionales ha sido una política de Estado en España.

En una sentida crónica, ayer Iñaki Iriondo contaba cómo se preparó y ejecutó el golpe. Señalaba a sus responsables: Baltasar Garzón, José María Aznar y Jaime Mayor Oreja, pero también a José Antonio Ardanza y Juan María Atutxa. Y recordaba a las personas fallecidas: empezando por su último director, Jabier Salutregi; con un especial recuerdo a Xabier Galdeano y Josu Muguruza, «muertos por balas mercenarias»; y sin olvidar a Manu Aranburu, José Ramón Aranguren, Isidro Murga, Pepe Rei y Juan Carlos Elorza, ni a quienes sufrieron condenas injustas.

Asimismo, es necesario reivindicar el esfuerzo comunitario para levantar nuevos medios de comunicación, recogiendo lo mejor de esa tradición profesional y adaptándola a los nuevos tiempos. Estos medios tienen en consideración a toda la ciudadanía vasca, defendiendo valores y proyectos vitales para la supervivencia y el desarrollo del país, para su libertad.

Hay que agradecer el apoyo popular. Así se ha cosido esta herida, aunque no por ello deja de doler.

Además, se abren nuevas. Un cuarto de siglo más tarde, Pablo González, un periodista vasco y colaborador de GARA, lleva más de 500 días preso en Polonia por hacer su trabajo.

MEDIOS PARA QUE UNA NACIÓN ACALLADA HABLE

No contentos con cerrar ilegalmente un medio de comunicación -luego vendrían el cierre de otras publicaciones, el de “Egunkaria” y las torturas a sus directivos-, a través de una patraña judicial, intentaron hacer inviable el proyecto de GARA. Tras cerca de veinte años viviendo con la amenaza del cierre, gracias al apoyo de miles de personas y entidades se han pagado los 3 millones de euros de expolio por la deuda injusta de “Egin” con la Seguridad Social española cuando Garzón cerró ilegalmente aquel periódico.

Con 10.000 nuevas suscripciones, se ha avanzado en la viabilidad del proyecto, renovando el contrato con las y los lectores. Este es el modelo, no se puede frenar. Esa es la garantía de independencia y la opción para invertir en personal y tecnología.

Desde 1977, la innovación ha sido una marca de la casa. También la imaginación. Al igual que de la mano de “Egin” se distribuyeron miles de discos del “Bat, Bi, Hiru… Hamar!” o libros de literatura vasca, GARA ha repartido miles de láminas de artistas vascos. Entre ellas está “Aizkora eta arbola” de Koldobika Jauregi, que evoca el proceso de desarme unilateral y voluntario de ETA y de la nueva fase histórica.

En un buen periódico no solo se da testimonio de los sucesos que marcan a la sociedad en un periodo. Se proyecta a sus protagonistas, la gente que hace cosas por el país con calidad y honestidad. Se analizan las tendencias y su impacto en la ciudadanía. Se ordena. Se enfoca lo que intentan ocultar y se defiende lo que es mejor para las mayorías sociales. Hay que rendir cuentas y demandarlas, controlar a lo poderes.

Desgraciadamente, Euskal Herria no es una excepción en los ataques a la libertad de prensa. En todo el mundo se cierran medios, se persigue a periodistas, se ataca la libertad de expresión. La ola autoritaria amenaza con más. Lo excepcional del caso vasco es la importancia que la ciudadanía da a la pluralidad y la capacidad de algunas comunidades para, pese a la represión, crear medios que le hablen a su nación.