Raimundo FITERO
DE REOJO

A la deriva me lleva

Ay, quién maneja mi barca, que a la deriva me lleva. Con una letra de esta línea filosófica ligera se perdió, con el mismo entusiasmo que se hizo con otras letras más enjundiosas o banales porque, al final, lo que cuenta es la recepción. Ya no nos darán más la turra diaria con esas encuestas exprés que mienten en formato zen. Ese despertarse escuchando a través de la radio preferida para aturdirte que este ha subido dos escaños y el otro ha bajado cinco, pero que la tendencia es… Filfa. Malísima estrategia de propaganda y contra publicidad.

Estamos a la deriva como un marinero que ha sido descubierto tras dos meses perdido en el Pacífico, asunto que es una suerte de epopeya sorda, un relato salino, con muy pocos aditivos para hacerlo ejemplar pues se trata de una cuerda de acontecimientos que lo convierten en un sujeto noticioso. Poco más. Algo parecido a que un tribunal diga que no se puede informar sobre la venta de armas de destrucción a gobiernos corruptos o de baja intensidad democrática porque pone en jaque a la «seguridad nacional», ese argumento comodín que tapa las acciones punibles de los gobiernos homologados. Por lo que como estoy a la deriva en casi todo menos en mi voto, me apropio de un concepto que lo tomo como los rábanos, por las hojas, ya que me ha deslumbrado pues se usa la idea de «granja de contenidos» para intentar contextualizar y validar todos los métodos digitales de nueva generación para mentirnos, modular nuestro pensamiento y conducir nuestro voto hacia los intereses de los que pueden pagarse estos sistemas de manipulación.