Arturo PUENTE
Periodista
JOPUNTUA

Infiltrados

Oscar ha mantenido una relación sentimental de tres años con una policía infiltrada. Él es un activista involucrado en los círculos de la izquierda independentista de Girona; ella, la cuarta agente destapada por el semanario “La Directa” tras actuar como topo. El shock emocional del chico es difícil de imaginar. Uno está preparado, quizás, para descubrir que un compañero de militancia miente, pero es más difícil descubrir eso de la persona de la que te has enamorado.

En los casos recientemente conocidos de infiltraciones policiales, en Girona, Barcelona y València, hay algunos elementos llamativos. Quizás el que más de todos es el tipo de movimientos que buscan. Están relacionados con el independentismo de izquierdas, pero no especialmente con el que a priori podría parecer más subversivo o radical, sino más bien con aquel que tiene relaciones con los movimientos populares: la lucha por la vivienda, el asociacionismo de barrio o los círculos libertarios.

Y no menos llamativa es la elección de la infiltración, uno de los instrumentos policiales que más dilemas éticos presenta pero también más costoso, desde el punto de vista económico y humano, y que conlleva no pocos riesgos. Todo esto han estado dispuestos a hacer para obtener información de lugares a priori bien poco peligrosos para la estabilidad del Estado. Hay muchas hipótesis sobre lo que ha pasado, pero es difícil no pensar en que alguien ha estado matando moscas a cañonazos.

Aunque eso llegase a ser cierto, hay varias cosas que esta trama de los infiltrados debería recordarnos. La primera es que los gobiernos, incluso los que de entrada parece menos agresivos con los derechos de la población, están obsesionados con vigilar todo aquello que consideren un problema potencial. La segunda es que este Gobierno considera enemigas todas aquellas expresiones políticas mínimamente contestatarias. La tercera es que los aparatos del Estado siguen teniendo muy pocos escrúpulos a la hora de ir contra esos enemigos, incluso cuando la ganancia es ridícula.