Josu MONTERO
Escritor y crítico

Léxico

Nuestra pobreza léxica es cada vez más palmaria. Y si tenemos en cuenta que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro universo, particular y social, el asunto adquiere una dimensión un tanto preocupante. Cervantes usa en “El Quijote” 22.939 palabras diferentes; alguien recién salido de la Universidad no maneja actualmente ni la sexta parte de ese caudal léxico; y sigue cayendo en picado. Probablemente sea este un criterio fiable para considerar el nivel cultural de una sociedad ensimismada en su constante cháchara y con la cabeza gacha de las pantallitas, mientras la chavalería elige libremente a motrollón estudiar ingenierías y tecnológicas y direcciones de empresas. Pero esto no es nuevo, como muchas de nuestras presentes miserias tiene su origen en los años de la gloriosa transición. En el ensayo “Literaturas en cruce”, Pablo Sánchez escribe: “Una de las prioridades del gobierno de González fue una nueva agenda transformadora para la cultura. A la reconversión industrial se le sumó así la reconversión cultural”; y continúa tajante: “Había que convertir al ciudadano democrático español en consumidor de novela y para ello la primera receta era ofrecerle una novela no radical, ni en lo ideológico ni en lo técnico”. No se apostó, claro, por la opción de enlazar y continuar con la política cultural de la República, esto es, acercar la cultura a la gente para crear un pueblo más ilustrado y más crítico, sino por el embrutecimiento consumista general; por glorificar a Cervantes, pero apuñalarlo por la espalda.