Raimundo FITERO
DE REOJO

Un acojonante tumulto

En Ecuador se ha decretado el estado de excepción durante sesenta días tras el asesinato de Fernando Villavicencio al finalizar un acto electoral en Quito. Las circunstancias en las que se ha producido esta ejecución provoca una consternación amplia debido a las aparentes negligencias de seguridad. Tenemos imágenes del momento en que el candidato entra en un coche que no era el suyo habitual rodeado de personal de seguridad y mientras se cierra la puerta se escuchan de manera nítida los disparos y, a partir de ahí, un acongojante tumulto, una situación que impide cualquier manera razonable de asimilar las imágenes que se nos han ofrecido en diferentes medios.

Hace poco fue el asesinato del alcalde de Manta, el que colocó a nuestro radar político escudriñando el Ecuador que en diez días tiene una cita con las urnas por una jugada política de Guillermo Lasso, que todavía no ha dado una explicación gubernamental a lo sucedido. El ambiente se llenó inmediatamente de insinuaciones que enmascaran realidades que suceden en niveles de poder más opaco. Sicarios, el gran poder de facto que están adquiriendo los carteles mexicanos del narco, las guerras que están sufriendo en diversas zonas y que parece han desembocado en esta voluntad de influencia directa en la vida política.

No es fácil entender algo de manera fiable, está claro que siempre se acusa sin ninguna prueba a Correa como instigador, pero si bien se asegura que se mantiene el día de la votación, no parece que se vayan a producir en un ambiente propicio a otra cosa que el voto del miedo. Un mal augurio.