Koldo LANDALUZE
EL VIAJE DE ERNEST Y CÉLESTINE

Música y fantasía contra las prohibiciones

La suma de dos talentos dentro de la animación como Jean-Christophe Roger y Julien Chheng vuelve a dar sus frutos en esta segunda entrega basada en los libros de la escritora e ilustradora Gabrielle Vincent.

Autores de esa joya titulada “Pánico en la granja” (2009), Roger y Chheng abordaron la plasmación en imagen animada el imaginario literario que recrea la historia de amistad entre un oso y una ratoncita.

Tras una prolongación en formato de serie, nos llega esta nueva joya animada en formato bidimensional y recreada mediante una cálida paleta de tonalidades de acuarela. En su línea argumental, la historia vuelve a incidir en una de sus constantes principales, un canto a la amistad y la diversidad y que, en esta oportunidad, añade una inteligente advertencia que puede ser entendida por todo el público, los peligros que conlleva el fascismo.

CONTRA LA DICTADURA

Para ello, los directores se han servido de un argumento en el que el nuevo viaje compartido por Ernest y Célestine nos trasladará al país de los osos, lugar en el que la pareja protagonista podrá arreglar su inseparable violín.

No obstante y para su sorpresa, descubrirán que la música ha sido prohibida. Con esta base tan suculenta y complicada, la película recrea dos conceptos de “barricada”. Por un lado, necesaria para seguir reivindicando el encanto del dibujo animado tradicional y, por otro, recordarnos que cualquier herramienta cultural es necesaria para recordarnos los peligros de un sistema basado en el autoritarismo y la paranoia. Por otro lado, “El viaje de Ernest y Célestine” es una maravilla visual, una explosión de colores y formas en la que destacan el fascinante diseño arquitectónico de ese extraño lugar llamado Charabie y a sus no menos singulares habitantes, víctimas de una dictadura.