Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Había una vez

Una circunstancia que dejan los procesos históricos enmarcados en un eterno retorno provocado o inconsciente para que parezca que todo cambia para que permanezca igual. Las contradicciones forman parte de la seña de identidad del pensamiento caníbal y, siendo innegable que han cambiado muchas cosas, la mayoría de ellas para mejor, hay momentos del año en los que nuestras carteleras parecen sufrir un brote esquizofrénico, ya que coinciden los productos de temporada, veraniega y festiva, se supone, junto con alternativas de recorrido espasmódico, para acabar constatando que nada desaparece, sino que se transforma o que en las artes escénicas los pasos hacia adelante se vuelven paródicos, formales y que se acaba volviendo siempre a la casilla de salida, pero de un juego entre política, pueblo y cultura que se define a las claras como perteneciente a una coyuntura de hace décadas.

Había una vez un circo que daba siempre su función, unas producciones comerciales que competían desde la excelencia y no desde el ahorro contractual, unos públicos que buscaban algo más que el acto social, una prensa que incitaba a lo más importante y hasta una crítica que intentaba estar a la altura de su tiempo y su función en el proceso de relacionar a unos y otros desde un análisis y no una simple correa de transmisión de loas baratas cacofónicas. Había una vez. ¿Volverá ese espíritu o estamos condenados a la insignificancia?