Raimundo FITERO
DE REOJO

11S

Recuerdo como si fuera hoy mismo el 11S en el que se hizo una impresionante manifestación en Barcelona con más de un millón de personas en las calles. Mi memoria recuerda otros 11S de años anteriores, en una clandestinidad sin reproches en donde la Guardia Civil daba hostias como panes en controles y acumulaciones de más de diez personas. En el posfranquismo se convirtió en un día de reivindicación y fiesta.

Pocos años antes de la muerte del dictador español hubo un triste 11S en Chile, un golpe de estado propiciado por la CIA, con un exultante Henry Kissinger diplomático de la muerte y la destrucción, en el que se asesinó a Salvador Allende, que había logrado algo tan importante como hacer un viaje al socialismo desde las urnas. Un viaje tranquilo, modesto, sin sobresaltos, pero que llevaba en su hoja ruta, entre otros objetivos, la nacionalización de la minería. Recuerdo perfectamente que recibí la noticia en un bar, en un corte de una emisión de El Circo de la Tele. ¿Cómo están ustedes? Y desde entonces el grito interior de respuesta es mal, indignado, desilusionado.

También recuerdo a al perfección dónde me enteré del 11S de las torres gemelas, cómo vi en un bar del aeropuerto de Orly en directo la caída de la primera torre, en pocos minutos se llenó todo de militares, y tomamos a las horas un avión a Biarritz. Ahora sobresale pensar lo que ha cambiado la relación multilateral en el mundo entero, aunque en Bharat (antes India) se está intentando estos días reiniciar esa posibilidad de paz técnica. 11S. Mañana, 12S.