Israel declara el estado de guerra tras la ofensiva palestina sin precedentes
Un ataque desde Gaza, por tierra, mar y aire, humilló al Ejército israelí con el lanzamiento por sorpresa de miles de cohetes a la vez que cientos de milicianos tomaban localidades, bases militares y decenas de rehenes con los que Hamas quiere negociar la libertad de prisioneros. Israel atacó rápidamente la Franja. Los muertos en ambos bandos se cuentan ya por centenares.
El ataque sin precedentes que llevó a cabo la resistencia palestina contra Israel supuso una humillación para un Estado que hace bandera de sus potentes medios de seguridad y espionaje y de su sofisticada fuerza militar.
En pleno día, las milicias palestinas lanzaron más de 3.000 cohetes desde Gaza contra localidades israelíes cercanas pero también contra grandes núcleos urbanos como Jerusalén y Tel Aviv. El lanzamiento masivo fue acompañado de una incursión de cientos de sus efectivos que avanzaron y combatieron por un territorio mayor incluso que la propia Franja de Gaza.
La operación golpeó Israel con ataques por aire con drones y ultraligeros, grupos en lanchas desde el mar y una inédita incursión terrestre. Más de doce horas después de iniciada la operación, cientos de palestinos seguían combatiendo en una veintena de localidades y el Ejército israelí no había recuperado el control.
En esas primeras horas, los palestinos capturaron a más de medio centenar de rehenes, entre ellos varios militares, en el asalto a la base militar de Reim.
Los milicianos mataron a soldados, hicieron rehenes a residentes en localidades cercanas a la Franja y se llevaron en torno a una cincuentena de personas.
Según las Brigadas de Al Qasam, brazo armado de Hamas, sus fuerzas pudieron pasar a controlar puntos estratégicos como el paso fronterizo de Erez, se hicieron con el control de tanques y vehículos militares blindados israelíes y pasearon los cuerpos de soldados muertos por Gaza.
Más de 250 israelíes murieron y 900 resultaron heridos en los ataques de la resistencia palestina aunque el número podría ser mucho más alto porque la ofensiva seguía abierta.
La Yihad Islámica se sumó a la ofensiva nombrada como «Inundación de Al Aqsa», lanzada en respuesta a la constante profanación de la Explanada de las Mezquitas por parte de los israelíes así como de meses de violencia contra la población palestina en Cisjordania en los que ya han muerto más de 200 personas, la cifra más alta de víctimas desde la Segunda Intifada en las operaciones del Ejército o en pogromos de colonos.
El líder de Hamas, Ismail Haniye, la definió como una respuesta a los «crímenes de la ocupación contra nuestro pueblo desde 1948, una batalla por el honor, la resistencia y la dignidad para defender Al Aqsa bajo el nombre anunciado por nuestro comandante en jefe: una inundación que comenzó en Gaza y se extenderá por Cisjordania y más allá, allí donde nuestro pueblo y nuestra nación estén presentes».
«Lo que ha comenzado no es una operación, sino una batalla que se ampliará, intensificará y profundizará», advirtió Saleh al Arouri, alto cargo de Hamas.
Ante la previsible represalia israelí, que no tardó en llegar, insistió en que Hamas entró «en esta batalla preparado para todos los escenarios, incluido uno a largo plazo» y también para hacer frente a una posible operación militar terrestre israelí en Gaza.
NEGOCIAR CON LOS PRISIONEROS
Hamas afirmó además que los rehenes capturados se usarán como moneda de cambio para exigir la liberación de prisioneros palestinos en cárceles israelíes. «La cantidad de rehenes que tenemos liberará a todos los presos palestinos», declaró Al Arourim.
Tras haberse visto absolutamente desprevenido, Israel declaró el estado de guerra y puso al Ejército en estado de emergencia nacional. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, insistió en que la situación «no es una operación ni una escalada, sino una guerra y la vamos a ganar», advirtiendo de que «nuestro enemigo pagará un precio que no ha conocido jamás».
Así, buscó de inmediato una respuesta que replicara a la envergadura del ataque, lo que abre la posibilidad de una sangrienta ofensiva, incluida una intervención terrestre, dados los precedentes castigos sobre Gaza con cientos y hasta miles de muertos.
Las fuerzas israelíes movilizaron a sus reservistas y enviaron a 31 batallones regulares y cuatro divisiones a la zona, lo que supone decenas de miles de soldados. La aviación no tardó en lanzar un fuerte ataque sobre Gaza como represalia y dejar al menos 232 muertos y más de 1.600 heridos en pocas horas, provocando una gran destrucción. Los hospitales se encontraban saturados.
Tras algunas celebraciones por lo que se considera un logro militar e incluso el derribo de parte de la valla de separación, la mayor parte de los gazatíes se encerraron en casa y los de localidades en el norte de la Franja como Beit Hanoun, Jabalia o Beit Lahia huyeron a la ciudad de Gaza y se refugiaron en escuelas de la ONU, aunque estas también fueron atacadas por Israel y dos estudiantes murieron en ellas, según confirmó la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos.
Entre los objetivos destruidos ayer por la aviación israelí se encontraba también una torre de 14 plantas y unas 100 viviendas, el segundo edificio más alto de la Franja, que quedó demolido.
El Ministerio de Energía de Israel, Israel Katz, ordenó además suspender el suministro de energía eléctrica a Gaza, decisión que tendrá gravísimas consecuencias en un territorio ya sometido a condiciones precarias de subsistencia.
Los aliados de Israel, habitualmente tibios en los ataques casi diarios a los palestinos, reaccionaron con contundencia y fuertes condenas, desde la UE y sus miembros a EEUU. El presidente estadounidense, Joe Biden, dijo que ofrecerá «todas las medidas de apoyo» a Israel, y su secretario de Defensa, Lloyd Austin, declaró que el Pentágono se asegurará de que «Israel tenga lo que necesite para defenderse».
Los países árabes pidieron un cese inmediato de la escalada mientras Egipto dijo que mantiene contactos para ello.
Por su parte, Qatar responsabilizó «únicamente a Israel» y a sus continuas violaciones de los derechos del pueblo palestino, si bien pidió a las dos partes «la máxima contención». Postura similar expresó el Gobierno iraquí.
Por su parte, Irán y el Gobierno de los hutíes de Yemen manifestaron abiertamente su apoyo a las milicias palestinas. El grupo chií libanés Hizbulah también pidió apoyo «árabe e islámico» a las milicias palestinas, e instó a los grupos de la resistencia a mantener «una unidad de campo con sangre, palabra y obra» contra el Estado judío.
Arabia Saudí, sobre la que se auguraba un próximo restablecimiento de relaciones con Israel pidió cesar la escalada y advirtió sobre el «peligro de la situación como «consecuencia de la ocupación, la privación de los palestinos a sus derechos legítimos y la repetición de las provocaciones sistemáticas contra sus lugares sagrados».
El Gobierno brasileño, que ostenta la presidencia de turno del Consejo de Seguridad de la ONU, convocó para hoy una sesión de urgencia de este organismo.