Floren AOIZ
@elomendia
JOPUNTUA

Más allá del horror, soluciones

Es obvio que Palestina no es Euskal Herria, pero parece razonable que nuestra mirada hacia la escalada que allí se está produciendo se nutra de nuestra experiencia histórica. Si algo hemos aprendido es que cambiar las reglas, por costoso que sea, aunque haya de hacerse de modo prácticamente unilateral, es la única manera de detener determinadas espirales. En ese sentido, más allá de la consideración de las injusticias estructurales que han ocasionado este nuevo episodio (que es, por supuesto, el punto de partida de todo análisis riguroso y honesto), la gran cuestión ahora es hacia dónde evoluciona, es decir, si se mueve hacia escenarios de resolución o cuando menos cambio positivo de las coordenadas o va a dar lugar a nuevos horrores sin final visible en el horizonte.

La impotencia que sentimos estos días tiene mucho que ver con la nula expectativa de que se afronten los problemas de fondo. Porque sabemos que no se trata solo de las actuales masacres, sino de las que vendrán, pero también del horror que sigue ahí cuando desaparece de los noticiarios.

Hay muchas maneras de afrontar esa impotencia, pero en mi opinión, lo deseable sería convertirla en potencia para actuar y contribuir a la búsqueda de soluciones. Eso implica arremangarse, responsabilizarse, mancharse en el barro de la realidad y sus contradicciones y miserias y es más fácil no hacerlo, claro está. En cierto modo, determinado ardor guerrero que se palpa estos últimos días no está tan alejado del discurso moralista de la condena. Bien pueden verse ambos como ejercicios de despreocupación, por más que se disfracen de lo contrario. La pretensión de razón o superioridad moral resulta catastrófica cuando implica desentenderse de lo que pueda suceder en el futuro y eso es precisamente lo que no debemos hacer si queremos poner fin al horror. Soluciones, eso es lo que Palestina y el mundo necesitan.