Iñaki Etxabe, la primera víctima parapolicial, asumida 48 años después
En el Kursaal estaban familiares de Iñaki Etxabe Orobengoa, un caso simbólico de las décadas de desprecio a las víctimas de violencia estatal. Y es que pese a la evidencia de que fue víctima de un atentado de guerra sucia, ha permanecido no solo impune, sino además absolutamente desatendido.
En 2015 un reportaje en GARA se hizo eco de ello, al cumplirse 40 años de su muerte. La familia había llevado entonces hasta el Tribunal Constitucional la negativa de los aparatos del Estado a asumirla como víctima e indemnizarle. Pero tampoco en los procesos del Gobierno de Lakua se había producido el reconocimiento. Lo intentaron con el decreto de 2012, pero ha habido que esperar a la ley de 2016... y al año 2023.
Pasado ya casi medio siglo, se admite al fin que Iñaki Etxabe fue «la primera víctima mortal de una actuación criminal de un grupo parapolicial». Los hechos se resumen así en el informe: «El 5 de octubre de 1975, sobre las once de la noche, tres individuos armados irrumpieron en el restaurante que regentaba con su familia en el alto de Kanpazar (Elorrio) y le ametrallaron, causándole la muerte instantánea y dándose posteriormente a la fuga».
«La familia fue objeto de más atentados, antes y después de este, alguno de ellos mortal», añade. Efectivamente, además de dos ataques previos al hostal de Kanpazar, también se había atentado con bomba contra los restaurantes de otros dos hermanos, Jokin y Juanjo, en apenas 48 horas, a finales de junio. Y el día anterior a la muerte de Iñaki, el coche de Juanjo resultó incendiado en Donibane Lohizune.
La brutal persecución a los Etxabe ni siquiera acabaría con esta muerte. En 1978, Juanjo y su esposa fueron ametrallados en Donibane Lohizune: Agurtzane Arregi murió en el acto y Etxabe quedó malherido.
Aunque queda claro que la familia estaba en el punto de mira, aquel crimen de 1975 tuvo todo el aspecto de venganza indiscriminada. Es algo que incluso se podía intuir en la prensa de la época al unir dos hechos en sus informaciones. Aquel domingo 5 de octubre, a mediodía, un atentado de ETA había matado a tres guardias civiles en las inmediaciones de Arantzazu. Entre Oñati y Arrasate, de donde es la familia Etxabe, apenas hay once kilómetros de distancia.
Quedó incluso otro fleco trágico, también envuelto en la nebulosa de la falta de investigación. Se afirma que un taxista pudo haber sido testigo del ataque de Kanpazar. Una semana después, alguien se subió a su coche y lo mató en Legutio. Se llamaba Germán Agirre Irasuegi.