Anjel ORDOÑEZ
Periodista
JOPUNTUA

Inteligencia inquietante

La inteligencia artificial es «una de las principales amenazas para la humanidad». Lo ha dicho Elon Musk, una de las personas más ricas e influyentes de este mundo. Dan Hendrycks, director ejecutivo del Center for AI Security, da más detalles: «La inteligencia artificial se puede utilizar para construir diferentes tipos de armas biológicas o crear pandemias». El primer ministro británico, Rishi Sunak, mantiene que «hay motivos para creer que puede plantear riesgos a la misma escala que una guerra nuclear». Y la guinda, en boca de Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos: «Podría poner en riesgo la existencia de la humanidad».

Sorprende e inquieta la severidad de estas afirmaciones, realizadas en el marco de la cumbre de la inteligencia artificial celebrada en la ciudad inglesa de Bletchley, en la que los principales países del mundo han suscrito de forma unánime una declaración en la que se fijan algunas de las lineas rojas que marca la ética humana y que esta tecnología no debe atravesar. «Nos comprometemos a trabajar juntos de manera inclusiva para asegurar una inteligencia artificial centrada en el ser humano, confiable y responsable», señala la Declaración de Bletchley.

Dicho esto con total solemnidad, han quedado para dentro de seis meses en Corea del Sur. No sé, pero visto el tono apocalíptico de las declaraciones, quizá la cosa debería ir un poco más ágil. Sin restar importancia a la cumbre, que ha conseguido poner de acuerdo a todas la potencias, urge ponerse manos a la obra en la elaboración de políticas específicas y mecanismos de control que lleven a lo concreto las generalidades expuestas en Bletchley. Pero ya, porque si algo caracteriza a la inteligencia artificial es lo vertiginoso de la velocidad a la que se desarrolla. Está en su ADN.

Dejo la perla para el final: la declaración no es vinculante. Cualquier país puede firmarla, todos lo han hecho, pero no está obligada a nada más. Y no es ningún secreto que los enfoques no son homogéneos, y que en la pelea internacional por liderar la regulación, las espadas están en todo lo alto.