EDITORIALA

Las paradojas de la caída del precio de la gasolina

El precio de la gasolina acaba de marcar su precio mínimo anual en el Estado Español tras acumular un descenso del 10,7% desde finales de septiembre, según recoge el Boletín Petrolero de la Unión Europea. La tendencia descendente se observa también en los precios del petróleo, a pesar de que en la reunión de la OPEP+ de la semana pasada, los países participantes decidieron mantener los recortes en la extracción de crudo. Tal vez la decisión de EEUU de aumentar la extracción hasta alcanzar unos registros récord haya sido suficiente para compensar los recortes de la OPEP; aunque también es posible que el precio siga cayendo debido a la falta de demanda, a causa de las malas perspectivas económicas. Una posibilidad que debería preocupar.

En cualquier caso, el descenso del precio de los carburantes es una buena noticia para los sufridos presupuestos de las familias, que languidecen ante la presión de una inflación que continúa creciendo. Sin embargo, unos combustibles más baratos tienen también otros efectos que no son tan positivos, en especial para el medio ambiente. Cualquier rebaja en el coste de los hidrocarburos incita a un mayor consumo de derivados del petróleo que son, precisamente, uno de los principales responsables del aumento del CO2 en la atmósfera y del consiguiente calentamiento global.

En este sentido, llaman la atención las críticas vertidas a la celebración de la COP28 en Emiratos Árabes Unidos. Si bien es cierto que su principal actividad es la extracción de petróleo, no es menos cierto que exporta crudo debido a que el resto de mundo sigue demandando combustibles fósiles en grandes cantidades. Y gran parte de esa demanda se debe a los automóviles que ningún gran fabricante ha dejado de construir y vender, entre otras cuestiones, debido a las repercusiones en la economía y el empleo. La emergencia climática exige otra mirada a los fenómenos económicos y ambientales. Para empezar, una mirada más humilde, porque las responsabilidades están ampliamente repartidas. También demanda una visión más radical, porque la salvaguarda de los intereses del sistema actual son la garantía del desastre ecológico.