Joseba ITURRIA
25 AÑOS DEL APUÑALAMIENTO MORTAL DE AITOR ZABALETA

Una cacería premeditada de vascos que quedó casi impune

Ricardo Guerra fue el único condenado por la muerte de Aitor Zabaleta por acudir a animar a la Real a Madrid tras un ataque organizado por los integrantes de Bastión 1903, la sección más ultra del Frente Atlético. Los demás fueron absueltos de la muerte y de asociación ilícita y solo recibieron condenas por desórdenes públicos.

Los aficionados de la Real y los integrantes de la Peña Izar han recordado todos los años a Aitor Zabaleta en el monolito levantado en su honor junto al campo de Anoeta.
Los aficionados de la Real y los integrantes de la Peña Izar han recordado todos los años a Aitor Zabaleta en el monolito levantado en su honor junto al campo de Anoeta. (Juan Carlos RUIZ | FOKU)

El Boulevard donostiarra será escenario a las 19.00 hoy del inicio de la manifestación en homenaje a Aitor Zabaleta y en contra del fascismo al cumplirse 25 años desde que el 8 de diciembre de 1998 fuera apuñalado en los aledaños del campo del Atlético de Madrid por Ricardo Guerra, que culminó un ataque premeditado de un grupo nazi que quedó casi impune.

La Real comunicará hoy el homenaje del próximo partido de Anoeta del día 17 con el Betis, al que acudirán, como a la manifestación, las integrantes de la Peña femenina Izar, con la que Aitor Zabaleta viajó a Madrid. Hoy realizará una ofrenda floral ante su monolito y una comida del grupo que vivió con impotencia el ataque y la falta de Justicia con los agresores.

Duró más la batalla de la familia Zabaleta y del Movimiento contra la Intolerancia, que ejerció la acusación popular, para que los integrantes del grupo fueran condenados por la muerte o por asociación ilícita, 19 años, que los 17 de prisión a Guerra. Fue el único condenado por la Audiencia de Madrid en abril de 2000, confirmada por el Supremo en 2001, por su muerte en una sentencia que destacó que «la puñalada fue propinada de forma súbita, sorpresiva e inesperada, lo que impidió toda posibilidad de defensa de la víctima». Se le aplicó el agravante de alevosía.

No debía salir de la cárcel hasta este 2023 porque, antes de apuñalar con 24 años a Aitor Zabaleta, ya había sido condenado por un delito de robo con violencia, por otro de lesiones con uso de armas tras apuñalar a otro joven en una discoteca, por el Tribunal Supremo por atentado y por un delito contra la salud pública. En 2012 ya disfrutaba del tercer grado cuando intentó introducir kilo y medio de hachís cuando iba a dormir a la cárcel y el 11 de diciembre de 2018 fue detenido en Brujas en otro partido del Atlético con miembros del grupo ultra Suburbios Firm, vinculado al Frente Atlético, por «hacer gestos neonazis al público y a la Policía». No había informado a las autoridades penitenciarias de su intención de viajar al extranjero durante el permiso que disfrutaba.

Tampoco le penalizó que no abonó los 120.000 euros de indemnizacion a los padres de Zabaleta y los 60.000 a su novia Verónica Olivenza a los que fue condenado. Matar le salió gratis, la cárcel no le cambió y no hizo más que agravar lo vivido aquel terrible 8 de diciembre de 2008.

SIN JUSTICIA

La lucha de la familia y del Movimiento contra la Intolerancia porque se hiciera justicia durante décadas nunca fue atendida porque los distintos tribunales solo quisieron castigar al autor material de la puñalada cuando en el proceso quedó claro que fue el final de un ataque premeditado y organizado de un grupo fascista.

Uno de los testigos que declaró en el juicio a once ultras por ser integrantes del grupo Bastión 1903 aseguró que se creó meses antes porque el Frente Atlético era «muy blando y tenía que ser más radical». Añadió que en Bastión había gente más radical de lo normal, llegados del grupo de ideología nazi TNT y que los miembros de este grupo llevaban «armas y objetos contundentes y símbolos neonazis».

Un inspector-jefe del Grupo de Violencia Urbana confirmó en el juicio la procedencia de algunos de los más violentos componentes de Bastión. Jorge Mallea, Alexis Sekulitis, Carlos Alfonso Bedoya, Israel Gonzalo Canabal, José Luis López Sánchez, Ignacio Racionero y Ricardo Guerra venían de TNT. Añadió que Miguel Angel Marcos, José Antonio Romeral, Pablo Román, Enrique Expósito, José Antonio Jiménez, Iñigo Grandes y Enrique Compte Zambudio fundaron Bastión a partir del Frente Atlético. Entre ellos estaban los identificados en la agresión a la Peña Izar y a Aitor Zabaleta, pero no fueron castigados por la muerte ni por asociacion ilícita.

Además, el policía situó el origen de Bastión a finales de la temporada 97-98 y que se consolida en septiembre de 1998. La mayoría de los integrantes del grupo viajaron a Anoeta en el partido de ida de la eliminatoria de la Copa de la UEFA del 24 de noviembre, colocaron una pancarta de Bastión, realizaron el saludo nazi para provocar a la afición local y su autobús fue apedreado al iniciar el viaje de vuelta.

En ese momento decidieron vengarse y concretaron esa intención el 5 de diciembre en el partido contra el Athletic en el Calderón. Organizaron la «cacería del vasco» tres días más tarde. Un testigo relató que Miguel Angel Marcos le había invitado a ir junto con otros jóvenes a por los aficionados de la Real, pero que él se negó. El Movimiento contra la Intolerancia relata que «convocados por el líder de Bastión se concentran al mediodía en torno a la Plaza Mayor. Allí comienzan las agresiones a los seguidores donostiarras, habían quedado para ir de “cacería”. Durante todo la jornada se produjeron numerosos ataques contra cualquier seguidor de la Real por el centro de Madrid».

El partido estaba considerado de alto riesgo, pero al jugarse en un día festivo en pleno puente muchos aficionados realistas acudieron tras el 2-1 favorable de la ida. Fue el último viaje lejos de Euskal Herria de la Peña Izar, con Aitor Zabaleta, que por vez primera viajó con ellas.

El dispositivo policial consistió en escoltar a los autobuses de los aficionados blanquiazules hasta el campo y allí los abandonaban a su suerte, en este caso a su desgracia. Leire Fernández, una integrante de la Peña Izar, explicó a GARA al cumplirse 20 años del ataque que «ellos nos dejaron, nosotros no les dejamos. Preguntamos a un municipal para ir a un bar a tomar algo y nos mandó a un sitio al que no debíamos ir. A la boca del lobo. Una vendedora de un puesto de bufandas nos dijo que aquel sitio era peligroso y nos avisamos entre todos para salir».

Maider Gorostidi, la responsable de la Peña Izar, añadía que «cuando salíamos del bar iba con mi madre hablando en euskera y una chica me dijo: “hija de puta vasca, habla en español˝. Empezamos a correr porque venían a agredirnos de varios lados, unos treinta, algunos que se bajaron de dos coches. Estaban muy organizados. Nos tiraron al suelo y al día siguiente teníamos moratones que no sabíamos ni cómo salieron. Fue horroroso, solo veíamos gente alrededor que venía sin que nadie provocara. Aitor lo único que hizo fue pedir tranquilidad».

Su madre Anttoni recordaba que «nos pusieron contra la pared con toda la gente chillándonos y los policías en vez de ayudar nos decían “tenéis lo que os merecéis hijos de puta˝. El campo todavía estaba cerrado y todo el mundo nos insultaba y nos decían ‘putos vascos, os vamos a matar’ y en el campo seguían igual y nos hacían el gesto de cortarnos el cuello».

El Movimiento contra la Intolerancia denunció que «los cabezas rapadas les tenían preparada una encerrona a los seguidores de la Real. Era toda una emboscada neonazi. Hay un primer incidente en la puerta del bar, insultos y algunos golpes. A continuación, los seguidores de la Real cruzan la carretera y acosados, corren asustados; van mujeres con niños, familias. Dramáticamente todos los accesos están cerrados a esa hora, salvo esa puerta hacia donde se dirigen. Los neonazis de forma sorpresiva y perfectamente coordinada, aparecen al unísono, les atacan por varios puntos, aparecen dos vehículos de los que descienden de ocho a diez individuos, portando uno de ellos, -Ricardo Guerra-, una navaja de gran tamaño, al tiempo que desde las calles adyacentes llegan otros grupos mas, a la carrera, lanzando botellas y piedras, rodeando y agrediendo a los seguidores donostiarras, al tiempo que vociferan gritos alusivos y despreciativos con el País Vasco, e incitan a dar muerte a los seguidores de la Real».

Aitor Zabaleta, un chico tranquilo de 28 años que se hacía querer por todos los que lo conocieron, se detuvo para defender a un niño de los ataques. Acto seguido, corría en busca de su novia, Verónica Olivenza, cuando cuatro ultras le rodean y uno de ellos le asesta una puñalada mortal en el corazón. Aitor apènas pudo caminar unos pasos para decirle que se moría a su novia, que declaró en el juicio que en ese momento tenía que escuchar: «¡Putos vascos de mierda, iros a tomar por culo!».

Ricardo Guerra fue acusado por la muerte por la declaración varias veces de uno de sus compañeros de Bastión, Iván Martín. Manifestó que además le propinó un puñetazo. Estuvieron juntos desde el mediodía, era su amigo, participó de los hechos y no fue ni imputado para asombro de las acusaciones. Sabían que se iba a retractar durante el juicio. Dijo que no recordaba bien. Tenía escolta, estaba amenazado. En el juicio varios cabezas rapadas y el abogado defensor Rodríguez Menéndez intimidaron a los testigos.

Otros testimonios permitieron la condena de Ricardo Guerra, pero en noviembre de 2005 la Audiencia de Madrid absolvió a los once acusados de pertenecer a Bastión 1903 del delito de asociación ilícita e impuso solo una pena de un año y ocho meses de prisión a ocho por desórdenes públicos. Se recurrió al Supremo, que en junio de 2007 confirmó esa sentencia. Reconocía que la mayoría habían viajado a Donostia, que decidieron tomarse la venganza, que a la mañana del 8 de diciembre tras sucesivas citas se reunieron en la Plaza Mayor y protagonizaron la primera agresión y que en la última a la Peña Izar fueron «acosando y acometiendo a los aficionados de la Real en una acción en parte conectada hacia el grupo que éstos formaban a quienes increparon, insultaron, amenazaron y golpearon con gran violencia». Pese a todo, ninguno más pagó con la cárcel por la agresión mortal.