Àlex ROMAGUERA
BARCELONA
Elkarrizketa
Non Casadevall y Maria Gordillo
Portavoces del «Procés de Garbí»

«Hay que recuperar la iniciativa para hacer de la CUP una herramienta útil»

El viento de Garbí sopla de este a oeste, es decir, hacia la izquierda, y lo hace por abajo, a ras de tierra. Tras un ciclo electoral en el que ha perdido apoyo popular e incidencia política, la izquierda independentista catalana ha llamado así al proceso con el que someten a examen sus fundamentos. Este fin de semana celebran su congreso nacional abierto.

(Oriol CLAVERA)

Tras un ciclo marcado por la pérdida de incidencia política, la Candidatura de Unitat Popular (CUP) ha decidido emprender el denominado ‘Procés de Garbí’, en alusión al viento que sopla desde abajo a la izquierda, mediante el cual quiere reformular su estrategia en vistas a los próximos años. Non Casadevall y Maria Gordillo, representantes del grupo motor formado por 17 personas, confían en que este espacio resitúe el partido anticapitalista como un actor decisivo con el fin de lograr un marco de libertades y de justicia social para los Països Catalans. El ‘Procés de Garbí’, al cual ya se han inscrito 1.300 personas -de las cuales 400 no son militantes ni simpatizantes de la CUP-, inicia su andadura el próximo día 16 con un congreso en Girona y culminará la primavera de 2024, cuando una Assamblea Nacional aprobará la nueva línea política y organizativa.

¿Qué da pie al proceso de debate interno y refundación de la CUP?

Percibimos la necesidad de dar respuestas a una sociedad que aspira a tener una vida digna ante la actual crisis económica y energética. Si hasta 2017 supimos activar el conflicto y la movilización social, conduciendo el país a un escenario de confrontación, como fue el referéndum, ahora hemos de reconocer nuestras limitaciones y recuperar la iniciativa para hacer de la CUP una herramienta útil ante los retos que se plantean.

Hay quien considera que la organización se ha situado más en el terreno de la protesta que en generar propuestas concretas. ¿Qué opinan?

Nuestra acción política, al menos en el terreno municipal, es muy propositiva, hasta el extremo de implementar soluciones que hace tiempo no eran aceptadas por la mayoría de partidos. Es el caso de la gestión de los residuos puerta a puerta o la municipalización del agua. El problema es que se quiere ridiculizarlas y ubicarlas fuera de lo que es asumible por el sistema, de lo cual somos plenamente conscientes, pues entendemos que los ricos no pueden mantener sus privilegios, que es necesario terminar con el impacto que causa el lobby turístico y que tenemos que avanzar hacia un modelo decrecentista, pues el crecimiento infinito que propone el capitalismo nos conduce al desastre.

¿Visualizar estas alternativas es uno de los retos de la CUP?

Sin duda, porque de forma deliberada el poder trata de ocultarlas. En relación con los Juegos Olímpicos de Invierno, por ejemplo, planteamos el programa ‘Pirineus 2030’, que aparte de impugnar el modelo desarrollista que encarnaba la infraestructura, ofrecía toda una amalgama de propuestas en el ámbito social, económico y ecológico. Parte del debate, pues, radica en cómo mejorar la actuación en las instituciones, uno de los campos de batalla. Pero también como logramos abrir espacios dónde la movilización y la organización popular sirvan de palancas para mejorar la vida de los trabajadores y las trabajadoras. Todo ello ha sido difícil por errores propios y, de forma evidente, por la voluntad de silenciarnos mediante la represión o los mismos recortes de derechos y libertades que se vienen aplicando a raíz la pandemia. De ahí la necesidad de resituar y fortalecer el proyecto. Este el objetivo del ‘Procés de Garbí’.

Hoy por hoy, los grandes partidos soberanistas coinciden en actuar según lo que llaman «el principio de realidad». ¿Esto puede ser una oportunidad para que la CUP acumule sectores partidarios de una vía más rupturista?

El debate que emprendemos así lo plantea, pues la crisis sistémica que padecen las clases populares exige propuestas a la altura del momento y, a partir de los cuatro ejes de la unidad popular -independencia, socialismo, ecologismo y feminismo-, encontrar la manera de vertebrar una herramienta que ofrezca soluciones, en la cual la lucha institucional y de la calle han de ir de la mano.

¿Se trata de recuperar el sentido de partido-movimiento?

Si en algún momento se ha percibido cierta asimilación institucional, el ‘Procés de Garbí’ viene a rebatirlo. Pues no se trata de mantener el aparato del partido ni tomar medidas con el fin de ensanchar únicamente el espacio electoral. El solo hecho de reunir en el debate a gente y espacios sociales y vecinales, más allá de las propias siglas, ya indica la manera diferente que tenemos de entender la política y de actuar como organización. Un sistema de funcionamiento asambleario que ha sido utilizado para caricaturizarnos con el fin de desgastar nuestra acción política pero que, a la hora de la verdad, ha movido a los partidos. Sea por estética o no, muchos de ellos consultan las bases para tomar hoy sus decisiones.

En cuanto a las alianzas, la CUP ha pasado de mantener una estrecha relación con EH Bildu y BNG a ver como estas formaciones han confluido con ERC y Junts respecto a la estrategia a seguir a nivel estatal. ¿En qué medida esto puede condicionar el futuro de la organización?

‘El Procés de Garbí’ abordará este escenario, y sin abandonar la idea troncal de dinamitar los fundamentos del régimen del 78, tendrá que tratar qué movimientos hacer. Ya lo percibimos en la última legislatura en el Congreso; solo que ahora todo ha cambiado y hay que encontrar nuevas vías para conservar la posición sin que esto nos paralice ni nos relegue al mero simbolismo.

Hay sectores de la CUP que instan a explorar fórmulas como Guanyem Girona, el paraguas a través del cual ha logrado aunar fuerzas hasta hacerse con la alcaldía de Girona. ¿Será otro de los debates centrales?

Habrá que afrontarlo. Tanto la manera de articularnos a escala de Catalunya y el resto de los Països Catalans, como en el ámbito municipal, dónde puede haber desde un planteamiento más homogéneo hasta la propuesta de que cada núcleo encuentre su propia dinámica. En cualquier caso, desde su fundación, la CUP siempre ha hecho municipalismo, y la experiencia nos demuestra que algunas fórmulas se replican con éxito y otras no obtienen el resultado esperado. Lo importante es identificar cuáles han de ser los denominadores comunes y en qué sitios se pueden dar concreciones tácticas en función de su especificidad. No se trata de confrontar modelos, sino de buscar una propuesta que refleje la unidad en la diversidad.

También se ha lanzado el discurso de que la CUP ha de tener «vocación de mayoría» y «disputar la hegemonía al poder». ¿Esto puede acarrear que, en la nueva etapa, el discurso sea menos preciso o que lo acerque a posiciones socialdemócratas?

Cuando se habla de abrirnos a otros espacios, nos referimos a sectores nuevos o que no están organizados pero que comparten nuestra propuesta, cuyos ejes en ningún caso no pueden ser desdibujados. Por tanto, el peligro de asumir posiciones socialdemócratas no lo vemos en absoluto.

¿Hay margen para llegar otros espacios sociales?

Naturalmente. La crisis a la cual nos ha llevado el capitalismo es de tal envergadura que nuestras recetas son más válidas que nunca. El reto es hacerlas llegar a la población, especialmente a las capas más precarizadas, qué ante la falta de acceso a una vivienda y a otros derechos básicos, han de organizarse y percibir que existen soluciones. Unas soluciones que, pese a ser complejas, hay que saberlas explicar. Y eso quiere decir introducirlas en el terreno institucional, dónde tenemos que romper los límites que el sistema considera infranqueables, y a la vez llevarlas a la práctica, pues los cambios también se dan cuando somos coherentes en lo que decimos.

Así pues, aunque el ‘Procés de Garbí’ prevé la participación de gente de procedencia muy diversa, ¿están seguros de que no existe el riesgo que la CUP tome un rumbo inesperado que incluso implique un cambio de siglas?

Eso lo decidirán los participantes. De momento, existe un gran interés por debatir las cuestiones relativas a la coyuntura que vivimos en nuestro país y a nivel internacional, un análisis retrospectivo sobre el papel que ha tenido la organización en el último ciclo político y cuáles han de ser las bases que definirán una estrategia para la construcción de una República independiente, socialista, feminista y ecologista para los Països Catalans. Todo ello cristalizará la próxima primavera en una propuesta cuyo contenido se aprobará en una Assamblea Nacional y que no vendrá condicionada por si hay elecciones u otras coyunturas. El debate no ha hecho más que empezar y, por tanto, todo está abierto.