EDITORIALA

Una ley que no responde a los retos de la educación

Tal como estaba previsto, al menos desde que PNV y PSE registraron sus enmiendas en octubre, y probablemente antes, cuando Iñigo Urkullu puso sus cartas y sus deseos sobre la mesa, la Cámara de Gasteiz aprobó ayer la Ley de Educación con el único voto favorable de los dos partidos del Gobierno, lo que no deja de ser un retroceso respecto a la casi unanimidad del Acuerdo Educativo de 2022. El Ejecutivo se ha dejado tantos jirones en el camino que su principal proyecto, casi un reto personal del consejero, el que va a medir su andadura, sale adelante con una mayoría pírrica, con todos los implicados exhaustos y con demasiados puentes rotos. La gestión del enorme capital que Jokin Bildarratz tenía entre manos hace año y medio ha sido lamentable.

El retroceso, sin embargo, no se limita al apoyo recabado sino también al propio contenido de la Ley, que se aleja de lo pactado el año pasado y, sobre todo, de las demandas de la comunidad educativa y de las necesidades del sistema. La ciaboga de última hora en torno al modelo lingüístico, manteniendo contra viento y marea -y sentido común-, un sistema que se ha mostrado incapaz de euskaldunizar a gran parte del alumnado, y la puerta abierta a la concertación universal, no se atienen a lo que se expuso también en sede parlamentaria aquel 7 de abril que muchos calificaron como hito histórico.

Lakua tiene entre manos una ley que difícilmente va a poder responder a los retos que afronta el sistema educativo y sobre la que sobrevuela la incertidumbre jurídica. Una norma que, además, tiene en contra al grueso de la comunidad educativa, a la mayoría sindical, a quienes trabajan en defensa del euskara y a una parte importante del Parlamento, quién sabe si mayor o incluso mayoritaria tras los comicios del año que viene. Y es triste, porque no es fácil contar con una disposición tan buena como la que había hace tres años para armar un proyecto que perdurara con garantías en el tiempo. Intereses partidistas espurios han echado a perder esta oportunidad, y lo peor es que va a hacer falta mucho tiempo para restañar heridas, recobrar la confianza y tratar, por una vez, de hacer las cosas bien en el maltratado sector de la educación.