Koldo LANDALUZE
SAMSARA

Cerrar los ojos

El cineasta detrás de obras como “Costa da Morte” y “Lúa vermella” ha apostado al máximo por el riesgo en su tercer largometraje. Para llevarlo a cabo, Lois Patiño emprendió un viaje transcendental cuya primera escala fue un templo budista para estudiantes en Laos y luego a Zanzíbar, Tanzania, en busca de una expansión y profundización en su exploración contemplativa.

La primera parte culmina con la muerte de una anciana en Laos, mientras que la segunda se inicia con el nacimiento de una cabrita en Tanzania. En mitad de estas dos partes, el director nos propone una experiencia de gran riesgo al mantener la pantalla a oscuras e invitando al espectador a que cierre los ojos y se deje llevar por los sonidos envolventes que suplen a las imágenes.

Todo ello durante más de diez minutos. Algo inusual, fascinante y no apto para todos los públicos. Este viaje introspectivo se desplaza habilidosamente entre la tonalidad antropológica al estilo y la ensoñación onírica característica de Apichatpong Weerasethakul.

Lo esencial, incluso cuando nos enfrentamos a elementos etnográficos y antropológicos, radica en sumergirse en el flujo de imágenes y sonidos que Patiño construye para lograr un resultado que resulta hipnótico. La primera parte culmina con la muerte de una anciana en Laos, mientras que la segunda se inicia con el nacimiento de una cabrita en Tanzania.

Todo se teje alrededor de una anciana a quien un joven le lee el “Bardo Thödol”, el libro tibetano de los muertos, marcando así el inicio de un viaje desde la vida hacia la muerte para culminar en la reencarnación. Un viaje, en definitiva, que sorprende por su insurgencia narrativa y visual, creando un conjunto profundamente luminoso y que logra su cometido de pulsar las emociones del espectador.