Expectativas
A menudo la política es una cuestión de expectativas. De tomar la temperatura al ambiente social predominante y sacar de ese dato lo que puede ocurrir en un próximo futuro. Las expectativas nacen, crecen y mueren, como las personas. Es cosa de atenderlas y mimarlas cuando son favorables y de esquivarlas cuando son contrarias. Durante un periodo de tiempo se encuentran anquilosadas, como dormidas, y de repente una entrevista en la televisión, una encuesta, la presentación de un libro o una falsa noticia las hace dispararse.
En los tiempos sólidos, en los que las trincheras ideológicas estaban bien trazadas y eran casi inamovibles, las expectativas no eran tan determinantes. Pero en la actual coyuntura, en la que cada vez es mayor la franja de población poco o nada ideologizada, el modo en que soplen las expectativas de unos y otros pueden ser decisivo a la hora de depositar el voto en la urna.
¿Pero quién crea las expectativas? Son tantos los factores que influyen que el artículo sería interminable si me entretuviese en nombrarlos. El arranque puede venir dado porque un determinado barómetro social lanza la idea fuerza de que un 40% de la ciudadanía vasca de la CAPV quiere un cambio de gobierno en las próximas elecciones autonómicas, de cuya fecha de celebración no sabemos nada. Lo único que sabemos es que no se llevarán a cabo el 18 de febrero, porque esa fecha ya ha sido cogida por el lehendakari gallego Alfonso Rueda, y su partido, el PP, quiere que se conviertan en una suerte de primarias de las europeas.
Nos estamos alejando del tema central, en este caso de las expectativas de cambio. Sea real o no el dato, lo cierto es que contribuye a generar opinión, va creciendo y tiende a condicionar la estrategia del partido mayoritario, que no parece que atraviese su mejor momento de forma. El Deustobarómetro añade un dato más, y es que un 35% de las personas encuestadas estiman que es posible ese cambio de gobierno. Lo que debería traducirse en un ejercicio de autoanálisis por parte del PNV, dado que si una idea no transmite ese partido es precisamente la de cambio. Con tantos años seguidos de estancia en Ajuria Enea, la imagen que ofrece es de agotamiento, acentuada además por impulsar la candidatura de Imanol Pradales, que parece un clon de Iñigo Urkullu, eso sí, algo más joven.
Por lo tanto, visto lo visto, el PNV deberá trabajar a contracorriente si es que sigue empeñado en la tarea de mantenerse en el poder autonómico. El rejuvenecimiento de sus listas de candidatos al Parlamento Vasco, con ausencias tan sonadas como la del eterno líder guipuzcoano Joseba Egibar, dan la impresión de que alguna reflexión interna se ha debido hacer. Lo que no sabemos a estas alturas es si será lo suficientemente profunda como para frenar el imparable ascenso de su principal rival electoral, EH Bildu.
Conviene apuntar al respecto que en nuestra sociedad de tres territorios se va extendiendo la expectativa de que la coalición abertzale puede romper su techo de cristal y ganar los próximos comicios autonómicos de 2024. Sus buenos resultados tanto en las elecciones locales y forales como en las de ámbito estatal, contribuyen a cimentar la Expectativa Bildu. El hecho de que la formación haya presentado como candidato a lehendakari a Peio Otxandiano, un hombre joven, ingeniero de telecomunicaciones, bregado en la elaboración de programas políticos y vizcaino, da una idea de la apuesta realizada. Esta vez EH Bildu no se conforma con ser la segunda fuerza electoral en el Parlamento, sino que aspira a ganar en las urnas y a formar gobierno. Se trata además de la primera fuerza municipalista de Euskal Herria, todo un aval para esa legítima pretensión.
Lo que suele ocurrir es que las fuerzas de oposición, como hoy por hoy es EH Bildu, suelen reaccionar ante el crecimiento de sus expectativas de victoria con una búsqueda un tanto forzada de la centralidad. Esto se traduce en una dosis de pragmatismo en cuanto a los temas centrales del debate político, que puede llegar a desdibujar el perfil netamente de izquierdas de la coalición. A medida que te empiezas a creer la posibilidad de un triunfo, pones en marcha la estrategia de errores cero, para evitar tropiezos indeseados. No arriesgas y te conviertes en un amarrategi, confiando en que las expectativas de cambio te lleven en volandas hacia la meta. Cuidado con confiarse en demasía, puede ser un error fatal.
En el otro lado de la cancha se vive un cierto nerviosismo, auspiciado por los últimos revolcones electorales. El partido jeltzale ha encajado un buen guantazo en la cara pero todavía está lejos del KO. Y el animal herido es el más peligroso. Sabe que se la juega y es muy consciente del peligro que corre a corto plazo. Pero cuenta con una maquinaria electoral cuasiperfecta que será engrasada en campaña para conseguir votos hasta debajo de las piedras. No hay mayor error que el minusvalorar la potencia intrínseca del PNV.
A día de hoy las expectativas son favorables a EH Bildu, a falta de confirmación por una gran encuesta sociológica, que la habrá, para movilizar de ese modo al electorado más conservador. Pero nadie debe olvidar que al lehendakari lo elige el Parlamento y lo importante no es tanto ganar las elecciones, como recabar los apoyos necesarios para formar gobierno. Porque al fin y al cabo, lo importante de las expectativas es llegar a cumplirlas.