Koldo LANDALUZE
DONOSTIA
SALTBURN

La doble moral de las normas sociales

La película de Emerald Fennell podría ser tomada como una versión renovada y muy maquiavélica de “Retorno a Brideshead”, con influencias del Tom Ripley imaginado por Patricia Highsmith y todo ello envuelto en un territorio de mentiras y falsas apariencias.

Barry Keoghan ejecuta a la perfección el rol protagonista, un estudiante becado en Oxford y en cuyo periplo académico entabla una inusual amistad con un joven aristócrata (interpretado por el australiano de origen vasco Jacob Elordi). Este aristócrata no solo comparte el campus con él, sino que también le revela las notables diferencias en la percepción de la vida desde su elevada posición social.

A medida que la amistad crece en el entorno académico, el joven aristócrata invita al estudiante becado a pasar un verano inolvidable en su finca familiar: Saltburn. En este lugar de ensueño, las líneas entre las clases sociales se difuminan, y el estudiante becado se ve envuelto en una experiencia que desafía sus expectativas y redefine su comprensión de la vida.

ROLES MUY BIEN ELABORADOS

La dirección es impecable, sin forzar el guion, y todo esto se entrelaza como en “El talento de Mr. Ripley”, definiendo a cada personaje por sus defectos, incluso el invitado pobre, que a pesar de su moral cuestionable nos resulta simpático por saber sobrevivir en este microcosmos lleno de egoísmo. La película también apunta directa a los roles femeninos en la alta sociedad, desafiando normas sociales y exponiendo claramente su doble moral.

Todo ello confluye en un giro de guion impactante en el que sale a relucir el juego manipulador ejecutado por el pérfido protagonista. Llegados a este punto, se presentan una serie de situaciones y cuestiones que nos recuerdan a la magistral “La huella” (1972), de Joseph L. Mankiewicz.